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Sant Jaume

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Aquí todavía celebramos los santos. Forma parte de nuestra tradición. En el futuro, Dios dirá. Y tal día como hoy, hasta hace bien poco, celebrábamos la fiesta litúrgica de la solemnidad de Santiago. Entonces era fiesta nacional. Con el tiempo, dejó de serlo. Y ahora, en esta sociedad laiquizada y empeñada en olvidar sus tradiciones cristianas, de aquella solemnidad del Santiago matamoros apenas queda el nombre, porque el apellido se consideraría delito de odio. Santiago es un nombre que en Balears todavía sigue muy vivo. Solo que aquí a Santiago lo pronunciamos como Jaume o Jaime, como el de quien escribe estas líneas.

Siempre me he preguntado por la evolución de Santiago a Jaime o de Jaime a Santiago y reconozco que todavía me cuesta reconstruir su transformación. Si tiramos del hilo de la historia descubrimos que Jaime viene del hebreo bíblico Jacob, el tercero de los patriarcas, hijo menor de Isaac y nieto de Abrahán. Un Jacob que en el arameo del cambio de era se llamaba Jaacob y en la literatura cristiana helenizada se convirtió en Iakobos. Del griego bíblico pasó al latín Iacobus que en el Medioevo evolucionó a Yago. El mismo Yago que la Cristiandad veneró como Sant Yago dando lugar a Santiago el Mayor, uno de los discípulos de Jesús que la tradición venera en la catedral compostelana. Así que no es que Jaume o Jaime venga de Santiago, es Santiago el que viene de Jaume.

Palma está llena de Jaimes. Desde el que preside ecuestre la plaza de España hasta los importados de otras latitudes. No tenemos más que pasear por cualquier calle turística para escuchar todas sus variantes. Los anglófonos llaman a James, Jack, Jim, Jimmy o Jacob –también Koby y Kobe–. Mientras que los escoceses los llaman Jamish. Los alemanes entonan el nombre de Jakob. Los italianos brindan por Giacomo y Giacobbe. Los franceses susurran por Jacques y los polacos rezan a Jakub.

Hoy celebran su onomástica Jaume, Jaime, Santiago, Jacobo, Diego y Yago. Quizás el nombre occidental más recurrido y aquí recurrente. Alguien dijo, no sin razón, que las probabilidades de que un Jaime sea mallorquín son muy elevadas y si no lo es, seguro que se siente mallorquín, como es el caso de quien te escribe.

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