Aprovechando que dentro de unos minutos, al final de estas líneas, voy a despedirme de ustedes hasta septiembre, si Dios quiere, a fin de entregarme a la molicie, la indolencia y la haraganería de mis merecidas vacaciones estivales, y deseoso de que ustedes también puedan disfrutar de las suyas cuando les toquen, me permitiré algunos axiomas matemáticos sobre dicha holgazanería, un tema que se presta a serias confusiones. De hecho y como tal vez ya hayan notado, las vacaciones no son buen momento ni terreno propicio para darse a la pereza, la holganza y el benefactor no hacer nada, ya que a poco que te descuides se llenan los días de proyectos, planes de vacaciones, celebraciones y más fatigas que en cualquier día normal de trabajo. Paradoja del veraneante, se llama.
Y en efecto, eso no puede ser. Es contraproducente. La ansiedad por disfrutar a tope del asueto vacacional echa a perder cualquier vacación, la vuelve plúmbea y atareada. Así, el primer axioma matemático de la haraganería es que la haraganería no se planifica ni trabaja, la haraganería es. Como lo es el número pi, sin más. Y para no hacer absolutamente nada, con la ligereza y liviandad que exigía Italo Calvino en «Seis propuestas para el próximo milenio», es preciso hacerlo, o mejor dicho no hacerlo, al albur y sin objetivo, a lo que salga, mejor si no sale nada. Tampoco la felicidad, desde luego, cuya espera es estresante, y embrolla cualquier intento de holganza.
Por la pereza que da. Hay que tener mucha experiencia, y haber entrenado en jornadas laborables, para entender y aplicar la matemática de la haraganería. Yo la tengo, desde luego, y recuerdo perfectamente las 65 vacaciones, empezando por las escolares, que he disfrutado en mi vida. Nada de hacer cosas que normalmente no se pueden hacer; eso también es un trabajo, y de los más duros. Mi gata sí que entiende de haraganear y me lo recuerda si en algún momento me despisto. La matemática de la haraganería sólo tiene una fórmula. Cero actividades igual a infinito. El mundo mejoraría mucho si todos tuviéramos siempre vacaciones. Pero no me tomen muy en serio. No se tomen nada muy en serio, ni las vacaciones ni la vida. Hasta luego.