Una vez Jean Paul Goerens me invitó a visitar la finca Sa Bufera, también conocida como Sa Casa Vermella, situada en el puerto de Ciutadella. Se trata de un edificio emblemático que al parecer fue construido durante la época de la ocupación británica. En su día funcionó como explotación agraria, con una pequeña vaquería. Aunque no se conoce con certeza su origen exacto, se considera una joya arquitectónica por su ubicación privilegiada y su historia. Yo nací a pocos metros de allí, en una casita aislada del entonces camino de Santa Bárbara. Permanecí en aquel lugar más de treinta años y nunca supe que en Sa Bufera había enterrada una mujer romana que Jean Paul me enseñó, acurrucada en su tumba, que se acababa de descubrir, con algunos objetos funerarios y religiosos. Pensé que en lugares tan antiguos como nuestras islas transitamos diariamente sobre muchas capas de historia, sin ser conscientes de ello. Vivimos en las casas de nuestros padres, de nuestros abuelos, que a su vez vivieron en el entorno de sus propios antepasados. ¿Qué pasaría si un hombre pudiera ver las huellas de los tiempos pretéritos, descubrir con su retina los movimientos, anhelos, alegrías, decepciones, costumbres y creencias de quienes han vivido antes que nosotros en el suelo que pisamos? Vería demasiado. A lo mejor ni siquiera podría soportarlo.
En nuestras islas hay vestigios talayóticos que datan de más de 3.000 años. Algunos caminos, muros o estructuras rurales podrían estar construidos sobre antiguos asentamientos. A veces, una simple piedra en una pared puede tener siglos de historia. Otro hallazgo realmente conmovedor relacionado con una mujer romana se realizó en la antigua necrópolis de Iamo, ubicada bajo la calle de Ses Andrones de Ciutadella: una tumba que contenía los restos de una mujer de entre 25 y 35 años junto a los de un feto de 37 semanas. Lo más singular del hallazgo fue un vaso romano decorado con escenas del mito de Orestes, parte del ajuar funerario. Todo esto revela aspectos íntimos de la vida en época romana, y creencias profundas sobre nuestro destino. No está probado que alguien pueda ver el futuro como si tuviera una bola de cristal, pero sí existen formas racionales de anticiparse a lo que podría venir que nos hablan de que, si no se toman medidas drásticas, llegaremos a ver fenómenos meteorológicos cada vez más extremos antes del 2050, o que mi hombre clarividente acaso podrá personalizarse en la inteligencia artificial.