Currículums

La nueva ola de bochorno político nacional se escribe en los currículums de los que dicen ser nuestros representantes. Tras el fiasco de la niñata pepera que se las daba de licenciada cuando apenas había comenzado la carrera, caen en cascada uno tras otro, de todo signo ideológico, sin que, asombrosamente, se les caiga la cara de vergüenza. Hubo un tiempo de tal crisis económica en España que te recomendaban recortar los logros de tu currículum porque nadie quería pagar a alguien superformado, preferían semianalfabetos a los que poder mangonear. Los ingenieros se convertían en bachilleres y los bachilleres en lo más justito para mendigar un empleo en una cadena de supermercados. Hoy ocurre lo contrario. Es el reino de las redes sociales, donde todo consiste en aparentar y no importa cuánto haya de verdad detrás de las imágenes. Así, de pronto, cualquier mierder que empezó su carrera política afiliándose a las juventudes de su partido y ha vivido de la sopa boba toda la vida, se convierte en alguien docto, con varias carreras universitarias, doctorados y másteres. Basta oírle hablar para darse cuenta de que sapiencia no tiene ninguna, pero entre sus seguidores cuela. De pronto se dan casos aquí y allá de desinflamiento, donde antes ponía una cosa, ahora pone otra más sencillita, hasta que descubrimos que ahí arriba todo es pantomima. Lo sabíamos, claro, pero queríamos creer que estábamos en manos de gente decente, honesta y bien formada. Nada más lejos. Los vaivenes curriculares, que ahora engordan y luego adelgazan, no hacen más que demostrar, otra vez, que la mentira y la puñalada trapera son las que dirigen la política nacional. Lo triste es que ocurre en cada bando. No se salva nadie.