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Las giras

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Llevar el teatro, el buen teatro que se hace en Madrid o Barcelona, al resto de ciudades y pueblos del territorio nacional debería ser una de las principales prioridades del Ministerio de Cultura y de comunidades autónomas y ayuntamientos. Es un crimen que el teatro, la cultura en general, se circunscriba exclusivamente a dos ciudades y no llegue a esos pueblos y ciudades que tanto lo valoran y quieren. Pero no es fácil llevar un montaje teatral de gira. Son muchas, y grandes, las dificultades con las que productores y artistas se encuentran para poder hacerlo. Partiendo de la base de que el precio de las entradas es un condicionante importante y que difícilmente superará los 25 euros de media, aparece la primera limitación: el aforo de las salas. Para que salgan los números deben tener, por lo menos, 400 o 500 localidades y un apoyo de comunicación que permita que se vendan todas las entradas. Porque los costes de girar una obra de teatro son elevados: altas en seguridad social y nóminas de los artistas y de los técnicos que los acompañan para montar el escenario, luces, sonido, maquillaje/peluquería, vestuario…, costes de transporte (billetes, alquiler furgoneta o camión para transportar la escenografía, etc.) A esos costes hay que añadirle los directamente relacionados con llevar el montaje a un pueblo o ciudad. El convenio de artes escénicas contempla unas dietas diarias de 110 euros netos que incluyen alojamiento, desayuno, comida y cena. Difícil, por no decir imposible, encontrar hoy en muchas ciudades alojamiento y tres comidas diarias por esa cantidad, lo que obliga al artista a completar esos 110 euros con lo que falte cada día. Si tenemos en cuenta que la tarifa del convenio no llega a los 300 euros brutos por función para los protagonistas y a 180 para los secundarios, es fácil comprobar que los números no salen y que, tal y como están los precios de los hoteles y restaurantes, ir de gira les cuesta dinero a los artistas y a los técnicos, que además cobran menos. Esta situación se agrava en los meses vacacionales, como julio o agosto, en los que los precios de los hoteles están disparados y no diferencian entre quienes van de vacaciones o quienes van a trabajar. Si esto sigue así cada vez serán menos las compañías que podrán salir de gira y menos las ciudades y pueblos a los que llegue el teatro.

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