Las bicicletas son para el verano, y los árboles también. Bajo su copa se tejen historias de infancia, el bisbiseo de sus hojas nos retrotrae a mundos mágicos de elfos y hobbits y en su corteza se han labrado con escalpelo miríadas de corazones traspasados por la flecha de amor…
Muchas más cosas de los árboles nos descubría el amigo periodista y escritor Lluís Vergés en «Los bosques», edit Alfabeto 2021), tras su original y amena incursión en el mundo del tenis en su ópera prima «Tenis en la luna». «Por los bosques» es una lectura de la que salimos, por lo menos, más amigos de los árboles y, por tanto, mucho más sabios. Precisamente hace unas semanas caía bajo el hacha criminal de dos desalmados un árbol emblemático de Gran Bretaña, de más de doscientos años de vida. La sempiterna estupidez humana (hacer el mal sin sacar provecho alguno, según las imperecederas enseñanzas del profesor italiano Carlo Maria Cipolla). Podríamos seguir con los mega estúpidos pirómanos que estos días devastan nuestros bosques, pero su sola mención deprime…
Ahora, y para coronar el verano lector me enfrasco en la lectura de la tercera aportación a una literatura marca de la casa , titulada «Estrellería» en la que nuestro periodista y escritor nos sumerge en el mundo de los exploradores de la bóveda celeste y que como experto cazador de citas me conduce al gran Oscar Wilde: «Todos estamos en la cuneta, pero algunos miramos las estrellas…». Si el ingenioso y temerario epigramista irlandés pudiera echar un vistazo a las andanzas de sus congéneres, sin lugar a duda volvería a esconderse bajo su lápida parisina.
«Estrellería», última obra de Lluís Vergés, es una delicia muy adecuada para ser degustada en verano bajo la copa de un ullastre. Estamos ante la mirada de un «estrellero» que observa la bóveda celeste y de alguna manera ante un soñador, como el británico Ian Ridpath, escritor especializado en la divulgación de la astronomía y que oportunamente saca a colación el periodista y escritor menorquín en su «Estrellería»: «Las constelaciones son la invención de la imaginación humana, no de la naturaleza. Son la expresión del deseo humano de imprimir el propio orden sobre el caos de la noche. Para los navegantes sin visión de tierras, o para los viajeros en el desierto que querían señales, para granjeros que querían un calendario o pastores que querían un reloj nocturno, la división del cielo en grupos de estrellas reconocibles tenía propósitos prácticos. Pero quizá la primera motivación fue la de humanizar la amenazante oscuridad de la noche».
Y, entre bosques y estrellerías emerge poderosamente en el verano literario de la Isla el remake de la inefable ginecóloga y sexóloga, menorquina vocacional, Myriam Ribes, cuya ópera prima «Retales de nuestra vida», autoeditada en 2023 y ahora recuperada y ampliada nada más ni nada menos que por la prestigiosa editorial Planeta bajo el mucho más sugerente título de «Agua de mar para corazones heridos». Miyriam da un salto enorme en su determinación de ir haciéndose escritora y, repito, el hecho de que una editorial de relumbrón haya querido ampliar y reeditar la novela, que transcurre básicamente en un hospital (¿quizá el Mateu Orfila?) y que transpira un aroma menorquín, es un gran comienzo. Otra lectura refrescante para empadronarse bajo un ullastre en este sofocante verano…
Y empiezo una nueva fase de lector ahíto ya de novedades, con relecturas como «Los Mandible» (Edit Anagrama), una distopía divertidísima de mi admirada Lionel Schriver (nacida Margaret Ann, la escritora que no vendía libros firmados con su original nombre femenino y se lo cambió al más masculino «Lionel» y se abrieron las compuertas de las ventas). En «Los Mandible» el dólar se hunde y con él la economía, la sociedad y los propios EEUU, que pasan a ser los parias de la nueva sociedad emergente dominada por japoneses y latinos. Un peculiar desquite literario por los incesantes sobresaltos que nos causa su liante en jefe…