Amontonar leña asegura a los pirómanos que la hoguera será vigorosa, pero a poco que se descuiden también puede producir daños inconmensurables. Una vez prendido el fuego, cuando se le ha dotado de material inflamable, habrá que temer que las repercusiones sean las menos deseables. Mejor huir de los riesgos, por lo que pueda pasar.
La extrema derecha española se ha movido hasta el presente en unos parámetros discretos, con algunas salidas de tono, pero que no sobrepasaban lo que podríamos considerar algaradas juveniles. Pero a sus dirigentes les debían de parecer poca cosa, porque aspiraban a llamar la atención del público y a soliviantar al Gobierno y sus movimientos no alcanzaban tales fines, como parecía que era su pretensión. Les resultaba indispensable encontrar un combustible propicio, que produjera el mismo efecto que esa mezcla de calor extremo, escasa humedad, pastos resecos y vientos racheados que está arrasando miles de hectáreas este verano. Una vez que concurren tales condiciones atmosféricas ya sólo es cuestión de aplicarles una cerilla y confiar con que el fuego arramble con todo.
Pues, bien, era cuestión de dar con unas víctimas propiciatorias y ya las han encontrado. Los abundantes emigrantes pueden canalizar el malestar social, a despecho de que en realidad estén produciendo más beneficios que desventajas. Alcanzan un volumen considerable, con lo que su ostensible presencia incomoda a muchos. Se les atribuirán toda clase de desmanes, sean o no ciertos, porque bastan los rumores malintencionados o las acusaciones infundadas, pero categóricas a través de las redes sociales, para que se cree un clima ambiental en la dirección que pretenden los que dirigen la opinión de los incautos e indocumentados.
Dirán que son agresivos y holgazanes, dispuestos a causar toda clase desmanes y ultrajes, mientras son mantenidos por las instituciones que, por su causa, dejan de lado a los naturales del país. Les atribuirán delitos, violaciones, ocupaciones de viviendas, altercados, inseguridad ciudadana, desinterés en el aprendizaje, perturbaciones en las aulas, apropiación de empleos, exigencias desmedidas para los rituales de sus cultos… Si una violación ha sido cometida por un extranjero se amplificará la indignación popular, que no tendrá en cuenta el que los españoles han sido los causantes de un porcentaje muy superior.
Se equivocan quienes creen, sin contrastarlo, lo que en ese sentido se divulga, porque la realidad es como es, no como quieren presentarla algunos escandalosos. Estos rastrean adeptos, con los que compartir la rabia que acumulan, esa que se quiere desfogar sacando al exterior la violencia que bulle por dentro. Pero se equivocan quienes incitan a tomar ese camino y promueven tales descalabros, Piensan que estas acciones les producirán réditos electorales. La presencia mediática, asociada a la furia que se exhibe en las calles, no significa necesariamente que recibirán mayor apoyo en las urnas, porque el votante medio no es amante de los excesos y en el último instante busca al que le proporcione sosiego por encima de la descompostura. Los votos no se los lleva quien más grita, sino aquel de quien adivinamos un talante conciliador, rentable, prometedor, sin estridencias. Todos, de derechas o de izquierdas, buscamos a quien nos aporte soluciones, no problemas.