Pasada la remodelación del Govern y los cambios en la dirección balear de Vox, está siendo este un verano de perfil político (relativamente) bajo o, cuando menos, sin las estridencias que marcan la cotidianidad política el resto de año. Lo anotaba ya hace una semana Nekane Domblás en este mismo espacio y solo cabe añadir unas notas de color para incidir en ello. Sobre todo cuando se cruza el ecuador del mes coincidiendo con la festividad católica de la Asunción.
Esta semana era tradicionalmente en el mundo del periodismo la más propicia para sacar a pasear lo que se llamaban entonces serpientes de verano, pero que ahora forman parte del panorama informativo durante todo el año. Dejando de lado la operación de esta semana, vinculada al blanqueo de capitales del narcotráfico –sin conexiones políticas hasta el momento–, la constatación de que es la falta de vivienda el verdadero problema que origina los demás –la falta de vivienda no se puede separar del hecho de la masificación ni de cómo se aborda el turismo– y el hecho de que PP y Vox han convertido la inmigración en un arma electoral, poco hay que comentar y por eso hay que mirar en otras direcciones.
Este verano han coincidido las manifestaciones en contra de la masificación y también las proclamas de las asociaciones que dan la bienvenida al turismo, recuperando, en cierta medida, aquel lema de ‘un turista, un amigo’. ¿Hay que hacer promoción o no hay que hacer promoción? Lo que ha asomado el turismo de eclipse. El año que viene habrá un eclipse de sol y Balears será un lugar privilegiado para contemplar como oscurece unos minutos y luego vuelve la luz hasta que anochezca. Hay ya reservas millonarias para el eclipse solar del 12 de agosto de 2026.
Pero no hace falta esperar el eclipse para ver soles y estrellas. Este agosto se inició con un homenaje a Miró. Desde luego que nada que ver con aquella antológica de 1978 en la Lonja. Pero la iniciativa debería servir para que algunos cargos políticos pasaran de la propaganda a los hechos. El Ajuntament puede aportar todavía más a la Fundació.
Todo verano pasa a la pequeña historia, a la de las anécdotas, por cuestiones que aparecen de repente. Lo que quedará de la recepción del Rey y familia en Marivent serán las guayaberas y ese punto de papanatismo de diferentes cargos, alcalde y concejales incluidos, que parecían uniformados. Un agosto extraño, donde lo sublime ha podido mezclarse con lo ridículo.