Siempre ha habido enigmas imposibles de resolver, cuestiones extrañas que no encuentran explicación las mires por donde las mires. La situación económica y financiera de España es una de ellas. El Gobierno, en sus delirios, dice que la economía va como un tiro. Y sí, de hecho a ellos les va mejor que nunca porque la recaudación de impuestos no deja de crecer. Sabiendo eso podríamos pensar que los servicios públicos son cada vez más eficaces. Y no, no lo son. Al contrario, hacen aguas por todas partes. A eso le podemos sumar que la deuda pública está disparada: alcanzó los 1,690 billones de euros en junio. Una cantidad difícil de creer. Pongámosle todos los ceros para verlo más claro: 1.690.000.000.000.000 euros. Casi no caben en la página. Todo eso debemos como nación, lo que significa que nuestro Gobierno vive de préstamo. Y que hay que devolver los intereses de esa carretada de dinero. ¿Cuánto? Mucho: 35.000 millones al año, 95 millones de euros cada día.
Eso sin devolver ni una peseta. Somos más gente que nunca, todos pagamos impuestos -como mínimo el IVA que grava el consumo-, las arcas públicas están a rebosar y, sin embargo, nuestro poder adquisitivo se ha ido al cuerno y los servicios son deficientes. Los que vemos y los que no: ahora hemos sabido lo poco o nada que se ha invertido en prevención de incendios y la miseria por la que contratan a los bomberos tercerizados, gente que se juega la vida en su trabajo. ¿Hacia dónde vamos? Claramente hacia atrás. No es este el país desarrollado, moderno y de oportunidades que soñábamos. Los jóvenes mejor preparados emigran y vienen a ocupar su lugar millones de extranjeros sin formación que copan los puestos más bajos, mal pagados y explotados.