«Cuánto tiempo podré mantener esta estúpida sonrisa?», se pregunta Woody Allen en una antediluviana película (diría que se trata de «Broadway Danny Rose», pero no me hagan mucho caso), cuando el protagonista se ve obligado a escuchar una ristra de chistes, a cual más inane. Pues le pasa un poco al escribidor deseoso de compartir sonrisas, que no ve a su alrededor más que escenas poco estimulantes. Genocidios, incendios, calamidades climáticas, las cotidianas fanfarronadas de Donald Trump y esa más que preocupante deriva de la juventud hacia posiciones políticas extremas, un dato para nada banal, pero que dejo para comentarios otoñales más sesudos (es un decir)…
Así que vuelvo a Chaplin (acompañado gozosamente por mis pequeñas nietas) y, sobre todo, a Woody Allen, que es a quien recurro cuando la realidad me abruma: ¿qué diría hoy el casi nonagenario cineasta de las depilaciones exprés de los nuevos machos metrosexuales?, ¿o de los aros metálicos en la lengua? ¿Y cuál sería hoy su mirada a los torsos masculinos lisos y pintarrajeados con tatuajes de lo más sombrío e inquietante? ¿Y qué decir de esos peinados aparentemente naturales que los jugadores de fútbol (e incluso el ministro Bolaños) se retocan incesantemente en el césped futbolero o en peluquerías especializadas siguiendo el lema de «la arruga es bella»? ¿Y quién se puede imaginar abrir la puerta de su casa y que se te aparezca tu hijo con un look tipo Lamine Yamal?
En otra escena del cineasta neoyorquino (creo que en «Un final made in Hoolywood», donde interpreta a un director de cine con ceguera histérica) localiza la dirección de su hijo, desaparecido años atrás.
- Hola John -le saluda cuando el hijo le abre la puerta.
- Ya no me llamo John, papá -contesta el hijo. Me llamo Mugre -puntualiza con expresión satisfecha, de persona que se siente realizada.
- Ah! -suspira el progenitor ensayando una faz omnicomprensiva de padre enrollado.
- ¿Y a qué te dedicas?
- Actúo en un conjunto punk
- ¿Cantas?
- No, mastico ratas vivas en el escenario.
- Ah, qué interesante... Te quiero, Mugre.
De momento mantengo la estúpida sonrisa, todo un éxito dadas las circunstancias cósmicas.
PS. - Veía hace unas semanas en la tele al presidente del Gobierno proclamar a los cuatro vientos que España va bien, muy bien, mejor que nadie en Europa, y a los pocos segundos salía el señor jefe de la oposición diciendo (más o menos) que España continúa rompiéndose día tras día y que el presidente está próximo al rigor mortis. ¿No podrían ser mínimamente templados y ecuánimes al menos en verano? Con estos calores…
PS. -2. Se me hiela la sonrisa más estúpida al tratar de procesar la noticia del fallecimiento de Manuel de la Calva, integrante del Dúo Dinámico, que llenara nuestra infancia y primera juventud de música y alegría. Rescato mi vinilo incorrupto mientras mis pequeñas nietas parecen escucharlo y me consuelan. Está sonando «Perdóname», auténtica elegía al desengaño amoroso en aquellos timoratos tiempos, tan ajenos al actual «aquí te pillo, aquí te mato».
Te perdí
Por culpa de un error
Te perdí y destrocé mi corazón
Y ante ti, vuelvo al fin
A llorar y a suplicar
¡Perdóname!
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El final del verano
Llegó, y tu partirás…
Pues eso, Manolo, mil gracias. Nunca te olvidaremos.