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Ardor guerrero

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Hace unos días, más o menos cuando la propia OTAN reconoció que España ya había alcanzado el famoso 2 por ciento en gastos militares de defensa, todo un hito defensivo, el canciller alemán Friedrich Merz informó de que Alemania recuperaba oficialmente el servicio militar, por el momento sólo con carácter voluntario, pero sin descartar que pronto pase a obligatorio si los mozos no se muestran lo bastante entusiastas voluntariamente, o no consideran que morir por la patria sea el máximo orgullo del ser humano. Ciertamente, ya hace años que numerosos países europeos, sobre todo los nórdicos, están dando muestras de un notable ardor guerrero, impulsado por el miedo a Putin y las presiones del presidente de Estados Unidos para vendernos más armamento, y hasta hemos comentado con estupefacción la extraña euforia de muchos jóvenes europeos, muy motivados y con gran afán de aventuras (británicos, suecos, daneses, croatas, finlandeses, bálticos), que como hace un siglo en los inicios de la Primera Guerra Mundial, se alistan exultantes como si fuesen a asistir a un concierto de rock multitudinario. Pero que Alemania, nada menos que Alemania, instituya de nuevo la mili, ya es otra cosa. Palabras mayores.

Desde que comenzó esta fiebre colectiva del rearme (no se habla de otra cosa en Europa), ya avisamos de que las guerras, por modernas que sean y por muchos drones que les pongas, además de armamento y sofisticados programas informáticos de inteligencia, exigen tropas, efectivos, soldados, guerreros, carne de cañón. No sólo dispuestos a morir por la patria si es preciso, sino a matar enemigos mientras tanto. Una obviedad que el cine y la literatura nos han contado mil veces, pero que no se menciona mucho cuando hablamos de rearme. Y que ahora que Alemania ha reinstaurado la mili (voluntaria hasta que sea obligatoria), no habrá más remedio que tener en cuenta. Mejor así, porque mientras crece en el mundo el ardor guerrero, y los grandes negocios de la guerra, era realmente grotesco que aquí estuviésemos todo el día con porcentajes de defensa, que si el 2 por ciento que si el 5 por ciento, como si hablásemos del precio del pollo o las patatas. Bueno, ya hemos llegado al 2 por ciento. Ahora faltan las tropas.

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