Tengo una noticia. En contra de lo que algunos señalan, en Oriente Medio sí hay un genocidio -en grado de frustración- en ciernes, el que los regímenes islamistas de la zona y sus brazos armados terroristas pretenden llevar a cabo contra la población judía israelí.
No necesito deducirlo de complejos análisis, ni contar víctimas, basta con escuchar la miríada de declaraciones de los dirigentes yihadistas. Hay que aniquilar Israel, ese es el objetivo confeso de Irán, Hamás, Hizbolá, los hutíes y de todos los de esta cuerda criminal, entre cuyos inopinados aliados está la izquierda española, siempre presta a alabar tiranías.
Porque nuestra izquierda, aun cuando pueda sorprenderles, le debe grandes favores al terrorismo islámico. Sin ir más lejos, la irrupción en el panorama político español de un gris e inconsistente líder -llamado, de otro modo, a ser un perdedor- como es José Luis Rodríguez Zapatero, que, de no ser por las 193 víctimas mortales del 11-M y la hábil utilización de esos crímenes por parte de la prensa afecta -con la impagable torpeza del PP- jamás hubiera alcanzado la presidencia del Gobierno. Hoy es solo el triste mariachi de la narcodictadura venezolana, un puesto que cuadra más con sus verdaderas capacidades.
Pedro Sánchez, en cambio, solo usa el genocidio judeofóbico en defensa propia, quiero decir, para distraer al personal del cúmulo de follones judiciales de su familia y de su entorno más próximo. Que mi esposa tiene que declarar por cuarta vez ante el juez de Instrucción, pues monto una rueda de prensa anunciando memeces irrealizables contra el Estado de Israel y mis socios ya se ocupan de sacar a pasear a todo cuando radical antisemita haya en sus filas para agredir a ciclistas o montar el numerito.
Duele pensar que durante cuarenta años el terrorismo de ETA masacró y mutiló a centenares de civiles y que ninguno de estos neoindignados alzara jamás la voz, exactamente igual que ocurrió el día que Hamás asesinó a 1.400 israelíes y perpetró un secuestro masivo del que aún retiene rehenes. Y qué decir de la víctima española del atentado del pasado lunes en Jerusalén. Como era judío, Yaakov Pinto se lo buscó. Eso piensan, aunque les cueste admitirlo.
La realidad es que en Palestina hay una guerra declarada por su gobierno de facto -Hamás- el 7 de octubre de 2023 contra el Estado democrático de Israel. Alinearse con un país gobernado por una organización terrorista define a la perfección la degradación de la política exterior española, encabezada por José Manuel Albares, vergüenza de nuestro cuerpo diplomático.
Y, en las guerras, hay siempre y por desgracia víctimas inocentes, difícilmente evitables cuando sirven de escudo protector y generadores de propaganda a la maquinaria terrorista. Pero ningún palestino muere por su condición de tal, sino por la miserable casta totalitaria que lo gobierna, que inició esta guerra para exterminar a los judíos.
Lo peor de todo es que vivimos en una tierra en la que creíamos que la judeofobia era cosa del pasado. Los mallorquines de siglos atrás quemaron vivos a sus compatriotas solo por no haber abjurado de su fe. Tras la vacuna contra el antisemitismo que supuso el fin del nazismo, resulta que la serpiente sobrevive aún en la izquierda española.