Septiembre se halla en primera página. Se asoma recordándonos que faltan tres meses para celebrar la Navidad. Días cuesta abajo que pasarán como un suspiro, tal cual los tres trimestres anteriores, llevándonos a las fiestas de Mahón. Para muchos, aquellos días de gigantes y cabezudos, de algarabías callejeras, de reuniones familiares, de subir la cuesta de Hannover, Costa de sa Plaça, conduciéndonos hasta la Esplanada punto céntrico para encontrarnos con las tentaciones propias, para encontrarnos con es cavallitos, siempre fue mi preferido, el caballo de largos crines color castaño. Aquella primera vez, aquel septiembre de 1944 fue mi padre que me subió sobre el mismo a regañadientes. Gori, murmurando que era una temeridad dejarme voltear sobre el caballo. Fue pura casualidad la llegada de mis primos des Moret, cambiando las ideas me sentaron en un automóvil en el centro de los dos niños mientras aquel padre mío, tan exagerado con el tema protector, quedó más tranquilo.
Así podría continuar varias horas a pesar de mi corta edad. Recuerdo infinidad de anécdotas, la foto frente a la puerta del American Bar donde el día anterior bebí una horchata riquísima, muy fresca, lo que hizo que exclamara que había visto una nevera en la puerta que llevaba un pingüino y disponía de un cajón para recoger el agua producida del deshielo, y dos estantes en los que cabría la fruta y el flam con sabor a caramelo que en verano mamá Teresa preparaba los domingos.
Han pasado los años, en este momento me dispongo a anotar los trabajos de septiembre, los mismos que me dictó mi padrino. Dice así: Cada año el noveno mes es distinto uno de otro, a veces es bonancible, otros ventoso, incluso los hay que llegan húmedos convirtiéndolos en húmedos y fríos, tanto que se deben sacar del armario las mantitas, aquellas que me recuerdan cuando en pleno invierno me envolvían con una de ellas.
Continúo la lectura de aquella hoja convertida en un color amarillento, recomendándome: en la luna creciente; es buen momento sembrar el centeno, ordi que a la familia les encanta convirtiéndolo en café, el mañanero, el que la abuela repite sin cesar es ideal per deixondir-nos.
En la tanca cercana al camino que conduce donde enterramos a ‘Pinxo’, esta tarde sembraremos: panizo, espinacas, rábanos, cebollas tipo valenciano, lechugas y demás. El filatero me recuerda que antes debo cerciorarme que la luna sea menguante.