Crece tres veces menos que España (0.8 por ciento para 2025), pero es un país rico. La agencia de calificación Fitch le ha rebajado el rating de AA- a A+, lo que le va a suponer pagar más por sus deudas, pero sus grandes compañías se endeudan con un coste por debajo del bono francés (3.48 por ciento).
Su prima de riesgo respecto al bund alemán es de 79 puntos; en Italia 84 y en España 57. La deuda del estado francés ha escalado al 113 por ciento del PIB y el Déficit Público se sitúa en el 5.8 por ciento, lejos de los requerimientos de la U.E., del 60 por ciento y el 3 por ciento. La mitad de esta deuda está en manos extranjeras. La tasa de paro está en el 7.4 por ciento, la media de la UE es del 6.4 por ciento y en España es del 11.4 por ciento.
Quizá lo más diferencial sea el peso del gasto Público respecto del PIB. Con un 57 por ciento en Francia, el 49 por ciento en Alemania y el 45 por ciento en España. El año pasado el 47 por ciento de todo el gasto se destinó a pensiones, salud y desempleo.
Históricamente el Estado francés se ha visto muy implicado en su tejido productivo. Son notorias las participaciones en empresas de gran tamaño. La administración centralista, propiamente dicha suministra muchos servicios a la población, y la propia grandeur ha ido creando un conglomerado de empresas con participación mayoritaria del sector público como EDF, otras mixtas y varias privadas competitivas mundialmente: Danone, Orange, Societé General, Engie, Veolia, Saint -Gobain, Schneider etc, sin olvidar, por supuesto, LVMH y Hermés (las sexy, en expresión de The Economist).
Pero el mayor éxito lo encarna Airbus, joit-venture entre Francia, Alemania y España que detentan el 30 por ciento, siendo el resto minoritarios. Un verdadero proyecto precursor en el tiempo.
Esta involucración y compromiso del estado francés en la industria y la seguridad se ha acompañado de un modelo energético basado en las nucleares. Con ventajas enormes en costes de operación, pero más rígida frente a la entrada de las nuevas tecnologías y al cambio climático.
2 Con la globalización Francia ha tenido que hacer un esfuerzo continuo para mantener su presencia lo que ha conllevado mayores inversiones que han tensionado el endeudamiento; gastos permanentes en el Estado del Bienestar (ayudas covid-19 ) aparte de mantener el prestigio de las empresas francesas, explican en parte la Deuda del 113 por ciento del PIB.
Cabría apuntar un tercer factor que influye en las decisiones económico-políticas, como es la fuerte sindicación de las empresas públicas o de servicios públicos que condicionan en gran parte la toma de decisiones empresariales.
Hay quien discute la gravedad de la situación económica dado que las grandes empresas van obteniendo buenos resultados. Pero entonces deberíamos observar los sucesivos déficits públicos respecto del PIB: 2022, -4.7 por ciento; 2023, -5.5 por ciento; 2024, -5.8 por ciento. La deuda es relevante pero la evolución del déficit lo es más.
Ante esta situación no resulta extraño que los mercados empiecen a reaccionar y, en consecuencia, el anterior primer ministro Bayrou propusiera un ajuste de 44.000M€ que equivale al 1.5 por ciento del PIB en un año.
No es pues nada raro que caiga el Gobierno.
La primera conclusión que podamos extraer de la situación francesa es que no se puede ‘jugar’ con el déficit público permanentemente, fuera de las normas comunitarias. El segundo toque de atención serio es que, a pesar de que Francia es un país resilente, sus grandes empresas, su fuerza nuclear, actor fundamental en el teatro europeo, su falta de vigor la deja en debilidad -y nos deja a los europeos- frente al nuevo orden(des) mundial.
La entente franco-alemana solidifica el proyecto europeo, le da sentido como actor global, son los que conducen o ralentizan las reformas, y en mayor medida en la coyuntura actual en la que las extremas derechas toman peso.
Todo ello en el difícil momento de la situación política de la V república. La elección cada 5 años de un presidente con fuertes poderes le ha conferido una gran estabilidad. El sistema mayoritario ayuda mucho, hasta que el sistema se pervierte -tres primeros ministros en un año- y el deterioro de las cuentas públicas acaba de hacer el resto.
Pero volvamos al principio. ¿Qué habría que hacer para controlar el déficit público? El presidente Macron tiene fama de favorecer a las clases más ricas; eliminó el impuesto del patrimonio, redujo el impuesto de sociedades. Pero también se comportó como un «keynesiano». A la lucha contra el covid-19 le destinó 170.000M€ (10 por ciento del PIB), inundó de subsidios a raíz de la crisis energética. En una parte importante explican el déficit público.
Cualquier gobierno tiene la obligación de intentar proponer un ajuste, a repartir entre distintas alternativas. Y la discusión parlamentaria debe centrarse en habilitar un acuerdo que reduzca el déficit. Y repartir los esfuerzos.
Porque así se hace muy difícil continuar.