Ya comentamos este tema a raíz de las actitudes de los millonarios tecnológicos y ahora vuelve a la palestra de la mano de dos ‘vejestorios’: Vladímir Putin, a punto de cumplir 73 años, y Xi Jinping, un año menos. Los dos podrían sentirse satisfechos por haber alcanzado el culmen del poder en sus respectivos países, que además representan no solo una nación, sino un legado imperial, una cultura y una forma de ver e interpretar el mundo. Los dos son, en ese sentido, grandes hombres que escribirán su nombre en los libros de historia. En su encuentro en Pekín, supuestamente se produjo uno de esos incidentes que tanto nos gustan: quedó abierto un micrófono que no debía y captó una conversación trivial entre ambos mandatarios. Lo de supuestamente lo digo porque en esas altitudes y cuando hablamos de quien fue el jefe de la KGB en Alemania del Este dudo mucho que un descuido así se pueda producir.
El caso es que los dos abueletes se pusieron a hablar de eso tan recurrente entre quienes atesoran décadas a sus espaldas: la edad. Entre sus confidencias alegaron que están estupendos a pesar de ser septuagenarios, que en otros tiempos era difícil alcanzar esa edad. Y a continuación entraron en lo inquietante de la conversación: se podrá vivir 150 años e, incluso, mediante trasplantes de órganos sucesivos se podrá alcanzar la inmortalidad. Pobrecillos. Imagino que cuando uno supera los setenta ya mira ante sí un horizonte mucho más cercano. ¿Cuánto te queda? ¿Diez años, veinte? ¿Y en qué condiciones, físicas y mentales? Esto, que es difícil para cualquier hijo de vecino, debe ser demoledor para quien se considera un mesías, alguien que debe salvar el mundo, un referente llamado a cambiar la historia.