Esto del bien y el mal cada vez es más confuso, más indescifrable. Como al presidente Sánchez ya le han acusado de casi todas las maldades humanas (capo mafioso, proxeneta, corrupto, amigo de asesinos terroristas, etc.) y no pocas perversiones a fin de permanecer en el poder, ahora la derecha y sus abundantes voceros y columnistas le acusan de que si se porta bien en el asunto de Gaza es por pura maldad. No sé las veces que he escuchado y leído estos últimos días que eso de que Sánchez se enfrente y denuncie las atrocidades de Israel, es una cortina de humo para ocultar sus corrupciones. Una trama diabólica urdida para lucrarse de las matanzas israelíes.
Y mientras Netanyahu le acusaba de terrorismo y de lanzar «amenazas genocidas» contra Israel, el señor Feijóo, impávido, aseguraba que «Sánchez pactaría con Netanyahu para mantenerse en el poder». Es decir, que hasta cuando el presidente Sánchez hace algo bueno, o supuestamente bueno, es por motivos infames. Diabólicos. La acusación definitiva, imposible de defender. Hacer el mal haciendo el bien exige una vileza casi sobrehumana, y astucia efectivamente diabólica, que solo existe en algunos textos sagrados y en la gran literatura.
Por ejemplo, en «Los demonios» de Dostoievski, novela de 1871 a veces traducida «Los endemoniados», que me extrañaría que hubiese leído el señor Feijóo, o los numerosos comentaristas que repiten ese mismo argumento alardeando de su sagacidad. Que el bien puede ser malo cuando lo hace un malvado. En «Los demonios», sátira muy sensacionalista y farragosa (Dostoievski era así, y estaba inventando el alma rusa) contra el nihilismo político y moral, sale un héroe, Stavroguin, que no distingue el bien del mal, y del que se dice que aunque guapo, fuerte, inteligente y bondadoso, hay algo repulsivo en él. Algo que Dostoievski intenta explicar en centenares de páginas, y que por supuesto he olvidado totalmente, al considerarlo parte de ese fárrago del alma rusa. Pero resulta que no, no es solo la rusa, porque ahora que lo del bien y el mal es muy confuso, tenemos un presidente que se porta bien por puro cálculo malicioso. Tremendo. Por fin me sirve de algo haber leído esos diabólicos tostones.