Hubo un tiempo en que, a Zapatero, en su circo particular, le crecían los enanos. A Sánchez, en cambio, no le crecen los enanos: le crece de todo. Hasta la nariz, en plan Pinocho Deluxe. Pero él, erre que erre, no piensa desmontar la carpa; la función debe continuar, aunque el público ya bostece. Motivos para echar el telón, desde luego, hay a montones.
El último numerito no es nuevo, aunque nos lo cuenten ahora. Resulta que las famosas pulseras para maltratadores —esas que deberían garantizar que el agresor no se acerque a la víctima— pasaron una larga temporada en plan «accesorio de moda»: bonitas, visibles... y poco más. Durante unos ocho meses, en muchos casos no funcionaron. Pero tranquilos, que la ministra de Igualdad lo minimiza: «solo» afectó a un uno por ciento de las usuarias. Ah, bueno, si es solo un uno por ciento se respira aliviado. Que se lo digan a esas pocas víctimas, seguro que entienden la estadística.
La explicación oficial es de manual: «problemas técnicos» en la migración de datos entre empresas subcontratadas. Como si cambiar de compañía de internet y quedarse sin WiFi durante medio año fuera lo mismo que dejar a una víctima sin protección. Y claro, nos enteramos ahora porque lo ha sacado en la memoria de la Fiscalía. Si no, aquí paz y después gloria.
Pero la versión de los trabajadores del Centro Cometa —los que de verdad saben cómo va la cosa— es bastante más terrenal. Dicen que cuando el Ministerio cambió de empresa decidió ahorrar, y claro, lo barato sale caro: afuera quedaron los terminales de renting que funcionaban bien, para dar paso a las pulseritas «made in AliExpress» con la fiabilidad de un reloj de los bazares chinos. Resultado: datos que no migraron como debían, dispositivos que no se emparejaban, y víctimas que llevaban un modelo distinto al del agresor, con lo cual en las pantallas del control solo aparecía uno. Como en los juegos de magia: ahora lo ves, ahora no lo ves
Y lo más divertido del espectáculo no es el fallo, sino la reacción: los técnicos reportaban las incidencias, pero los de arriba se hacían los sordos. Ni la Delegación del Gobierno contra la violencia de género ni el Ministerio de Igualdad se dieron por aludidos. Total, ¿qué más da un par de vidas en riesgo mientras los powerpoints sigan diciendo que todo va de maravilla?
Y luego, claro, los malos de la película no son quienes gestionan con dejadez algo tan serio, sino quienes lo denuncian. En fin, circo había, circo hay… y parece que aún queda función para rato.
Pero seguro que el populacho seguirá aplaudiendo. Los payasos ya han salido a la pista.
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