Volver a Cuba, en este caso a Santiago, siempre tiene sus emociones. Recuerdo la primera vez que llegué a la Isla hermana en 2002 cuando se iniciaban conversaciones de paz entre el gobierno de Colombia y los terroristas de las FARC. Guardo una foto ya histórica con Fidel Castro que se acercó al Centro Internacional donde se celebraban las reuniones, para impulsar el proceso que -debo reconocerlo- el gobierno cubano conducía con eficacia y con especial discreción y seguridad.
A Santiago me llevaron ahora otras razones, especialmente ligadas a la Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana en sus últimas etapas. España tenía una deuda con unos soldados, verdaderos héroes, muertos en la última defensa de Santiago. Constaban en grandes planchas de bronce bajo una histórica ceiba, los nombres de norteamericanos y cubanos muertos en aquellos combates -Lomas de San Juan, El Viso, Carey- y no constaba el de los españoles. Una iniciativa de la presidenta de la Asociacion de Amigos del castillo de Montjuïc -una inagotable Carmen Fusté-, junto a una suscripción popular y el apoyo de las autoridades culturales cubanas, lo han hecho posible. Deuda saldada.
Pero uno lleva siempre a Menorca en su corazón y en sus viajes. Y muy especialmente un 8 de septiembre, en que las dos islas celebramos nuestras respectivas Patronas -Nuestra Señora de Gracia y la Virgen de la Caridad del Cobre-.
En Santiago, cuna de revoluciones en la que nació, vivió y está enterrado Fidel Castro, me interesé por los cubanos que convivieron un tiempo entre nosotros como exiliados, teniendo en cuenta que el germen de la sublevación se encontraba en aquel Oriente de Cuba y que el cementerio de Santa Ifigenia en Santiago guarda la mayoría de referencias a los hombres y mujeres que lucharon por su independencia. Y pendiente de nuevos datos, ratificando informaciones ya recogidas en medios nuestros -especialmente en la Revista de Menorca- nos referimos a los generales Quintín Banderas, Guillermón Moncada y Florentino (Flor) Crombet. Queda por confirmar si también estuvo con nosotros Rafael Grajales.
Al recordar aquellos años alrededor de 1898 que significó la separación de Cuba de España, son muchos los lazos que siguen uniéndonos. El Colegio La Salle en el que estudió Fidel, me recordaba mi La Salle de la calle del Carmen de Mahón. Entiendo que un mismo arquitecto diseñó los estándares de sus colegios por todo el mundo. La bahía de Santiago y sus defensas artilleras tienen muchas similitudes con nuestro puerto de Mahón. No digamos la música: ¿cómo conocéis tantas canciones nuestras?
Estos exilados cubanos entre nosotros, sobre cuya vida seguiremos hablando, me llevan a un son, mitad habanera, que cantamos aquí:
«en una triste y oscura bartolina,
le vi encerrado y me saludó,
me llevan -dijo- con rumbo a Chafarinas
o a las desiertas playas de Fernando Póo».
Mas que positivo, que dos islas con pasados comunes, nos brinden la posibilidad del reencuentro y el abrazo.