Si es usted asalariado, pruebe a ausentarse mes y medio de su puesto de trabajo para cumplir sus sueños sin permiso de su patrón, a ver qué le sucede. Si, por el contrario, es autónomo o profesional, no hace falta que le diga qué le va a pasar.
Los semovientes con inquietudes sociales, artísticas, deportivas o políticas quisiéramos en ocasiones poder tomarnos un respiro y atender nuestras aficiones durante algunas semanas, pero resulta que nuestra condición mortal nos obliga a comer y a satisfacer una serie de necesidades perentorias que, generalmente, nos obligan a trabajar, salvo que uno sea millonario, jubilado o subsidiado por el estado del bienestar.
Ninguna de estas condiciones concurre en Lucía Muñoz Dalda, politóloga, feminista y bisexual, según ella misma se describe en su portal de Facebook, como si esto último -su bisexualidad- nos importase a los ciudadanos lo más mínimo. Ella debe creer que sí.
Pues bien, la coordinadora de Podemos en Balears -que debe coordinar más bien poco, a la vista de lo que queda del experimento de ingeniería social nacido de la mente del marqués de Galapagar, Pablo Iglesias-, volvía de vacaciones como todos los ediles del Ajuntament de Palma a finales de agosto, pero, no contenta con haberse paseado mediáticamente por nuestras islas en visita pastoral-recreativo-estival con Ione Belarra e Irene Montero -la marquesa consorte-, nuestra joven concejal decidió prorrogar su asueto durante más de un mes y apuntarse al crucero-performance por el Mediterráneo de la llamada flotilla, organizado por la izquierda antisemita europea. Qué guay.
A mí, sinceramente, como si hubiera optado por irse a los Himalayas occidentales en búsqueda de las fuentes del Ganges y allí hubiera hallado la paz espiritual. El problema no es que a la Sra. Muñoz le dé por el postureo progre a lomos de su kufiya, eso ya viene en el catecismo podemita, sino que sus vacaciones extra se las paguemos los ciudadanos de Palma, aunque no hayamos tenido la delicadeza de votarla.
A la Muñoz los problemas de los ciutadans le importan un pimiento. Los 57.447,46 € anuales que el portal de transparencia del ayuntamiento de Palma le asigna como retribución le dan, por lo visto, la prerrogativa de decidir si va o no a trabajar, o si prefiere atender -en sueños, claro- las penurias de los gazatíes mientras toma el sol en la cubierta de un velero, antes que trabajar para las minucias diarias de los palmesanos, que no ponderamos bien la inmensa suerte que hemos tenido de que ella dé, con su sola presencia, tanto lustre a Cort.
En la próxima convocatoria quizás sería mejor que doña Lucía se presentase en las listas de sus correligionarios palestinos, aunque, bien pensado, eso de votar tampoco ha sido nunca algo demasiado necesario para comunistas y yihadistas, especialmente desde que se inventaron los kalashnikov AK-47 y los cohetes hipersónicos de su clérigo de cabecera, Alí Jamenei, tan persuasivos.
Desde la intervención municipal, estaría bien que, al menos, se reclamara a nuestra ‘apóstola’ los 6.383,05 euros brutos que me salen a mí, calculados hasta el próximo viernes, habida cuenta del anuncio de la Sra. Muñoz de no regresar a la Isla hasta reunirse en Madrid con su amiga de los mordiscos, la simpar Reyes Rigo.