Es evidente que la oratoria no es el fuerte de Ayuso. En muchísimas ocasiones, se nota que las circunstancias la superan y no sabe cómo salir más que haciendo bromas estúpidas, que le aplaude una legión extensa de palmeros ridículos, o soltando lo primero que le viene a la cabeza. El «váyanse a otro lado a abortar» no es más que una proyección de su mente sin hacer gala de educación ni elegancia. Palabras vergonzosas, ofensivas y peligrosas en una clara muestra del poco contenido de su escasa sustancia gris. Un retroceso al siglo pasado. Ayuso no entiende de decisiones personales, de la autonomía sobre el propio cuerpo. No protege a las mujeres porque simplemente le importan un pimiento. Propone charlas plagadas de rancia moralidad, culpabilidad y recortes en libertades. Pero de una presidenta deleznable qué se puede esperar.
¿Y qué se puede esperar de un partido que presenta a Feijóo como candidato? El PP ignora a la sociedad por completo, continúa apostando por líderes desconectados de la realidad. Feijóo no corrige estas declaraciones porque sabe que no tiene ni voz ni voto en su propio partido. También porque es más gallina que el capitán de las sardinas. Los discursos de ambos son pura evocación a épocas que creíamos haber dejado atrás. Con ellos el aborto deja de ser un derecho sanitario para transformarse en una discusión ideológica de estar por casa que aburre hasta a las ovejas. Cada palabra de Ayuso representa un paso más hacia la política del retroceso. Para ella, su pobre manera de ver el mundo prima sobre la salud, la libertad y la dignidad. Habla del pasado mientras las mujeres viven el presente y pelean por el futuro. Los derechos de ellas no son negociables ni se han de convertir en un show mediático como le gusta a Ayuso. Naturalmente el silencio desde el mismo partido amplifica el daño exhibiendo el mismo talante gallináceo que su candidato a las elecciones generales.