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Cómo hacerse millonario en un pispás...

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¿De verdad? ¿Sigue usted de currante o autónomo? ¿Le cuesta todavía llegar a fin de mes? ¿La hipoteca continúa amargándole sus noches? ¿Es, acaso, masoquista? ¿Por qué hace esas cosas pudiendo convertirse rápida y fácilmente en multimillonario? ¿Cómo dice? Que cómo se hace eso… Existen infinidad de maneras. Y ahora, que no os escucha nadie, le mencionarás alguna de ellas…

Opción A. Sobre la importancia del kétchup. Localice un restaurante pijo, de esos en los que la forma (la presentación) prima sobre el fondo (la cantidad). De esos, sí, en los que uno paga setenta euracos para poder fardar luego de haber estado ahí… Uno de esos –iteras– en el que el comensal, mudado en imbécil, opta por no decir que «el rey va desnudo». El mismo comensal que saldrá con idéntico hambre al que sintió antes de entrar. Menús sofisticados, nombres en francés y poco por yantar… Una vez localizado el susodicho local, coloque justo enfrente un puesto cutre de hamburguesas y perritos calientes con abundantes sobrecitos de mostaza y kétchup. Le aseguro que va a forrarse. Porque –y no lo dude ni por un instante– todos los que abandonen el establecimiento de diseño, se pelearán por consumir sus productos…

Opción B.- El perrito de Wallapop. Localice y compre, en esa especie de tienda/ensaladilla, uno de esos perritos de juguete que, en los años sesenta, se colocaban en la repisa trasera del coche y que, con la agitación del vehículo, no hacían más que asentir. Cabecita arriba, cabecita abajo… Y, así, durante todo el trayecto. Perros sumisos y obedientes que hacían furor en esa década. Una vez interiorizados los ágiles movimientos del juguete, afilíese a cualquier partido y haga lo que el perrito: asentir. Principalmente a lo que diga siempre el jefe, el puto amo. Le aseguro que tiene muchas posibilidades de acabar siendo ministro… ¿De qué ministerio? No se preocupe: rara vez los ministros saben de lo que gestionan…

Opción C.- Sobre librerÍas, charcuterías y verdulerías. Sistema de reciente creación. Venda folios, chistorras o lechugas. O mejor aún: recíbalos… O reciÁbalos…A partir de ahí no tendrá que reparar en gastos…

Opción D.- Sobre una tela en blanco y tres rodillos. Compre una tela, tres rodillos y pinturas azul celeste, marrón y azul marino. Dibuje en el óleo, a modo de bandera, tres franjas horizontales, lisas… La primera, azul claro. La segunda, marrón. La última, azul marino. Póngale por título a su magistral pintura, «Menorca». Pida por ella una cantidad desorbitada, tras exponerla en una galería de pseudo arte moderno. Paséese por ella con actitud altiva. Vista de manera extravagante. Suelte alguna palabreja (recién aprendida) en inglés… Y si alguien pregunta por el significado de su lienzo, mírelo de forma condescendiente… «Pero, hombre de Dios, ¿usted no ha captado el profundo significado que mi pintura encierra? El azul cielo representa, pues eso, el cielo; el marrón, la tierra y el azul marino, ¡natural!, el mar de Menorca». Le aseguro que el espectador/inquisidor no cuestionará, tras eso, su inefable creación, no vaya a ser que, como en el relato mentado del rey desnudo, lo tomen por imbécil… Y es que, «mentre hi hagi ases cavalcarem»…

Existen muchas otras opciones a la hora de enriquecerse. Basta con echar por la borda la conciencia y aprovecharse de la cobardía de otros a la hora de defender sus criterios e ideas propias. Aprovecharse del otro, reírse de él, sacar tajada de la indefensión de tanto pusilánime y no tener escrúpulos es, a la postre, lo único que se necesita…    ¿Le suena?

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