Prueba de que nos sobra cultura es que los premios Nobel importantes, Física, Química y Medicina, se suelen conceder últimamente de tres en tres, a fin de aligerar el escalafón, y solo Literatura y Paz siguen siendo mayoritariamente individuales. No por falta de candidatos, sino porque acaso ningún escritor o pacificador toleraría compartir galardón, le parecería ofensivo. Economía no cuenta, no es un auténtico Nobel por más que insistan los propagadores de bulos. El caso es que estamos hasta la coronilla de noticias culturales, sin duda por efectos de la guerra cultural en curso, con constantes escaramuzas, episodios violentos y maniobras de distracción, que a mí me ocasionan un malestar en el cogote y cierta pesadez cultural. Demasiada cultura en los medios informativos, todos nos vamos a la cama amortajados por nuestra cultura, no hay forma de coger la postura y el sueño. Por fin ya no se habla de Nobel de la Paz del presidente de Estados Unidos, pero menuda lata nos han dado. Y si al final no se lo dieron, fue de milagro, lo tenían en la punta de la lengua, deseaban hacerlo, pero en el último minuto no se atrevieron y se desviaron (un poquito) hacia la señora Corina Machado. Quizá a Trump le perjudicó su excesiva insistencia en exigirlo, o que en su afán de rebañar el plato hasta el último segundo, Israel asesinase a 35 palestinos el mismo viernes, ya en pleno alto el fuego. No sé, en las guerras culturales también hay imprevistos. Luego nos enteramos por el señor Abascal, en un telediario (cultura hasta en la sopa), de que el Nobel a Machado era un castigo para Sánchez. Ah caramba, ya lo entiendo. Lo que ignoro es si vale la pena entender tanto. Estamos alcanzando un nivel cultural que no sé si nos podemos permitir. Todo se ha vuelto cultura, no solo los espectáculos. Los premios y castigos, la agenda del día, los vivos y los muertos. Las guerras culturales, que antes se llamaban izquierda y derecha, están desenterrando viejos conflictos que suponíamos zanjados (el aborto, el colonialismo, la censura, el racismo), confirmando así que no hay nada más cultural que la propia guerra. La guerra en sí es nuestro gran cogollo cultural. Demasiada cultura, sí.
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