Cuando en el parte meteorológico de la tele hablan de «las islas de mayor relieve», uno se pregunta a qué relieve se refieren exactamente. ¿A los volcanes, a las montañas, a la condición moral de sus habitantes o a lo que la marquesa puso sobre la mesa? Más que a una referencia orográfica, suena a un conjunto de bailarinas exóticas, una banda –o «bandeja»— de gachís o de travestis actuando con coreografía descocada para los turistas de «mayor poder adquisitivo», algo así como Las isleñas, con música de Bonet de San Pedro.
Lo curioso es que, en los mapas antiguos, las Canarias aparecían en un recuadro junto a las Balears, y entonces nosotros deberíamos resignarnos a ser «las islas de menor relieve» —o los isleños de menor relevancia—, especialmente los menorquines y formenterenses, sin olvidar a los de Cabrera, donde apenas sabemos si hay habitantes, y en caso de haberlos, la duda está entre llamarlos cabreros, cabrunos o capricornios. En nuestras tierras, además, tenemos un relieve lingüístico propio, lleno de expresiones que desconciertan al forastero. El catalán de las islas, cuando se traduce literalmente, se convierte en un idioma jocoso. Mirar prim no significa mirar delgado, sino con desconfianza. És mal de dir no es «es malo de desir», sino «cuesta decirlo». Hi ha un bon ball no anuncia un buen baile, sino un buen lío. No faxis llarg no quiere decir «no hagas largo», sino «no te enrolles». Vaig fora fulla no es una excursión fuera de hoja, sino que uno se ha pasado de la raya. Avui estic un poc mal fet no describe a un Frankenstein mal hecho, sino a alguien que se siente pachucho. Ses cames em fan figa no tiene relación con «hacer higo», sino con las piernas que flaquean. Tenc un cop blau es un moratón, no un golpe azul. Y estic ben gat, aunque suene a zoología, significa estar borracho, no «estoy gato».
Pero quizá la expresión más peligrosa sea clavar es guinavet. En Ciutadella se dice de quien pone un precio abusivo a una venta: Aquest t’ha clavat es guinavet. El problema vino cuando un vendedor, deseoso de mostrarse honesto ante un comprador peninsular, le aseguró con gesto amable: Miri, no li vull clavar es guinavet. Y mientras lo decía, ilustró su buena intención con una mímica impecable, como si fuera a apuñalarlo. El pobre hombre, pálido, echó a correr y todavía no lo han encontrado. Quizá por eso las Balears prefieren seguir siendo «islas de menor relieve»: menos volcánicas, pero más seguras.