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¡Arrivederci Roma! (y 2)

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Directo al grano... Pues sí, pasaron cosas en este viaje a Roma. Cosas inesperadas. El miércoles dia 1 de octubre decidimos visitar la Basílica de San Pedro. Así sin más. Sabíamos que sin reserva tendríamos que hacer    cola pero disponíamos de tiempo. A las 7.30 h. de la mañana llegamos a la estación de metro de Ottaviano (la más cercana a nuestro destino). Al acercarnos a la muralla que circunda el Estado del Vaticano, donde la entrada de la Guardia Suiza, nos sorprendió ver a una ingente riada de gente que se estaba reuniendo allí. Eran miles y miles las personas que se agrupaban para formar colas para entrar en la plaza. ¿Pero cómo es posible que hubiese tanta gente a esa hora? ¿Se esperaba alguna fumata bianca? ¿Qué sucedía?

Bueno, reconozco que pecamos de falta de información: este año se celebra en Roma el Jubileo 2025 y todos los miércoles el Papa sale a la Plaza de Bernini para saludar y bendecir a los miles de peregrinos y a los fieles llegados de todo el mundo. Así pues, de repente, y surgida la oportunidad, emergió mi vena escolapia y decidimos quedarnos a verlo porque, como era obvio, aquel no sería el día adecuado para visitar la Basílica.

Pasados varios controles conseguimos colarnos. Un equipo de TVE que iba a entrar en directo nos dijo que el Papa solía salir hacia las 10 de la mañana. A pesar de la muchedumbre que nos rodeaba conseguimos una    buena ubicación en la valla que cerraba el circuito por donde iba a pasar el papamóvil. Y sucedió: de repente ahí estaba el hombre más famoso del mundo (con permiso de Trump, claro) saludando a la gente sin cristales de protección y sin mayores medidas de seguridad (recuerdos del atentado de Ali Agca contra Juan Pablo II en 1981). Con una presencia inmaculada fue abrazando a niños y apretando manos de todos los que se las ofrecían. Una vez leído el Evangelio en varios idiomas (incluido el árabe) y cantado el ‘padrenuestro’ en latín (como en los buenos tiempos, dirían algunos), extendió la bendición papal. Reconozco que nunca pensé en poder verle en vivo y en directo.

Así pues pospusimos la visita a la Basílica de San Pedro para el día siguiente. Y allí fuimos el jueves 2. Entramos casi sin colas (eran las 9 de la mañana). El Vaticano es grandioso y espléndido. «La Piedad» de Miguel Ángel es hermosísima aunque algo más pequeña de lo que creía. Todas las capillas y sus esculturas apabullan. Quizás haya demasiado de todo. Demasiado arte, demasiada belleza, demasiada historia, demasiada grandeza,… todo te sobrecoge. El Altar, que todos hemos visto mil veces en fotos y en el cine, (situado sobre la tumba de San Pedro) es magnífico. Recuerdo escenas de la película «Angeles y demonios» sobre el libro de Dan Brown. Bajamos a las Grutas y nos retrasamos del grupo admirando las tumbas de los distintos papas. Huele a trascendencia y a eternidad. Nos desviamos por un pasillo porque no hay cordón que lo prohíba y avanzamos en varias direcciones hasta casi desorientarnos. Por suerte una monja que limpiaba el suelo nos mira con cara de sorpresa y nos indica la salida. Menos mal.

El problema del éxito es que masifica. El centro de Roma está tomado por los fieles y por el turismo. Especialmente en Año Jubilar. Es evidente que el catolicismo es un negocio tremendo para la ciudad. Cada semana miles de peregrinos y devotos rebosan la ciudad y esperan la ocasión de estar cerca del Papa, un norteamericano sudamericanizado que, lo digo, personalmente me cae bien. Habla un inglés muy claro y un español perfecto. Y no dice tonterías populistas sino que se ciñe a su materia.

Mediodía del sábado 4. El taxi nos acerca al Trastévere, esa zona particular, bohemia y alternativa de Roma, pasado el Tíber. Nos deja frente a la Iglesia de San Francesco d’Assissi junto al Convento de los mismos franciscanos, justo el día de su Santo. El catolicismo no es que esté muy arraigado en Roma, es que todo te recuerda a él porque hay iglesias en    cada rincón de la ciudad y porque te encuentras sacerdotes (de toda condición y vestimenta), monjes, frailes y monjas por todas partes: en el metro, en las calles, en los restaurantes, etc. Se nota que la ciudad es su medio natural.

Por otro lado, estos días la ciudad está tomada por las protestas a favor de Hamás. Mientras cenamos en una pequeña trattoria vemos como va pasando una manifestación. Pronto comienzan los disturbios. Se tiran contenedores, la calle se llena de basuras… comienzan las carreras. Salimos y la calle se ha convertido en un campo de batalla. Dantesco. Otra manifestación pacífica más. El islamwokismo se ha puesto de moda y muchos acuden a estas protestas sin saber de causas ni de hechos históricos. Todos rechazamos la violencia pero debemos saber cómo se origina para poder juzgarla y combatirla. Entretanto bienvenido sea el acuerdo de alto el fuego de Trump aunque, lamento decirlo me temo que la paz será imposible hasta que uno de los dos bandos quede exterminado.   

Roma, un viaje entretenido. ¡Arrivederci!

Notas:

1- Nefastos resultados en la Educación menorquina: Esos que tanto fanfarroneaban ya no pueden esconder su fracaso absoluto. ¿Dónde queda ahora el pomposamente llamado ‘modelo de éxito’? Una estafa monumental.

2- Y más: el editor de este Diario (16 Oct.) sobre los estudiantes menorquines actuales: «Es una generación menos formada y menos culta. Sin espíritu crítico ni capacidad de discernimiento. Indigencia intelectual». ¡Por fin alguien dice la verdad! ¡Bravo!

3- Mucha suerte a los promotores de la Escuela Waldorf de Es Mercadal. ¡Aire fresco para una isla anquilosada!

4- Los catalanes de «Fem-ho en català, per collons» quieren, idò, colonizarnos y despersonalizar la isla. ¡How sad!

5- La próxima semana hablaremos del Gobierno y sus satélites.

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