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Me gustaría ser ladrón de museos

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De jovencitos mi hermano quería ser astrónomo y explorador decimonónico, y yo ladrón de guante blanco, preferiblemente de museos, pues los grandes museos que apetece robar son a su vez cuevas de ladrones históricos, y su valioso contenido fruto de incontables latrocinios y saqueos, por lo que robarles no es solo moralmente disculpable, sino casi obligatorio. Entrené mucho el tacto, con toda clase de cerraduras (también con chicas si me lo consentían), pero por unas cosas o por otras nunca llegué a pasar a las cajas fuertes, de modo que si bien mi hermano, como científico del CSIC, ha explorado bastante, y aún sigue explorando, yo me quedé en nada. En comentarista cultural, más o menos. Pero todavía conservo aquella vieja vocación de ladrón de museos, alimentada de pequeño por las andanzas delictivas del caballero ladrón Arsène Lupin durante la Belle époque, y que luego ya se convirtieron en género literario y cinematográfico. Nunca he conocido a nadie que viendo una película de robos del siglo, y las hay a cientos, no esté a favor de los intrépidos ladrones, desee que no los pillen nunca, y que disfruten con el honesto botín de sus latrocinios. Ya habrán comprendido que hablo del robo de joyas napoleónicas del Louvre, asombroso por su sencillez. Valoradas en 88 millones, aunque se sigue repitiendo que su valor es incalculable, ya porque los franceses están inconsolables, ya porque solo saben calcular hasta 88. Debe ser un desconsuelo institucional, o de boquilla, porque seguro que la mayoría de franceses lo que están es partiéndose de risa, como todo el mundo, y muy a favor de esos ladrones. Que no los cojan es la aspiración universal, como en las pelis. Igual por eso quería yo ser ladrón de museos, por las simpatías del público. Y ahora que ya no me importa ser simpático, mantengo en mi fuero interno esa vocación. Razón por la que no me preocupó que el domingo ya hubiesen detenido a dos sospechosos, porque cuando se planea un robo del siglo se da por descontado que detendrán a algunos sospechosos habituales en trance de fuga. Eso siempre forma parte del plan, como la misteriosa desaparición del botín. Yo lo urdiría así si fuera un osado ladrón de museos.

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