Antes de que Heródoto, en el siglo V aC, inventase la historia por el método periodístico de viajar aquí y allá preguntado a unos y otros, lo que existía era el pasado: un laberinto brumoso de contornos indefinidos, sin principio ni fin y plagado de sombras fantasmales, que, al estar formado por materia oscura, tenía gran poder gravitatorio. Era pesadísimo. Borges lo explicó en dos versos de un soneto: «Sobre la sombra que yo soy gravita/ la carga del pasado. Es infinita». Y muy difícil de soportar. Pero si la carga del pasado era infinita, gracias a Heródoto, padre de la historia según cuenta la historia, la carga de la historia ha resultado serlo más. El infinito al cuadrado, dicho matemáticamente. Heródoto, que inventaba sobre la marcha en las guerras médicas entre griegos y persas, y ni él se creía lo que contaba (debería ser considerado el padre del periodismo), estableció para siempre qué es Oriente y qué Occidente. Occidente son los griegos; Oriente, los persas y demás, incluidos indios y chinos. Incluida la Biblia, esa historia del pueblo hebreo. Y ni así logró que la historia pesara menos que el pasado, nos fuese más leve. Al contrario, es una pesadilla de la que no hay forma de despertar, decía Joyce.
De ahí el empeño de reyes, emperadores, conquistadores y gobernantes por reescribirla continuamente, como ahora pretende el presidente de Estados Unidos, determinando legalmente qué pueden o no pueden enseñar las universidades y mostrar los museos. Por patriotismo. Un fenómeno antiguo, procedente del pasado, pues cuando no existía la historia, ya los chinos hacían pedazos la suya regularmente, para comenzar otra vez y llegar al mismo sitio. Qué invento aterrador. Nuestra derecha, por ejemplo, se convierte en ultraderecha cada vez que salen leyes de memoria histórica. No soportan ninguna memoria histórica, salvo la suya. Que ni siquiera es periodística, es más mítica que Heródoto. Y hay países tan descontentos con la suya que hasta cambian de nombre. Ya no es Holanda, ahora es Países Bajos. Otros, como Rusia o Israel, tienen tanta historia que jamás salen del más oscuro pasado. Materia oscura. Y, sin embargo, había que inventarla.