Se ha insistido mucho, demasiado, sobre todo desde las administraciones y las grandes corporaciones informativas, del escrúpulo y la prevención con la que la sufrida y manoseada población europea debe valorar la información que recibe desde medios considerados no oficiales o no bendecidos por el poder y sus prebendas. Se nos ha alertado especialmente tanto contra los viejos bulos de toda la vida de Dios (vamos: los engaños, los embustes, las patrañas, los infundios, las habladurías, las bolas o los camelos) como contra las novedosas noticias fakes (que han venido a enriquecer con un anglicismo absolutamente necesario un idioma como el nuestro que, como pueden ver, andaba necesitado de sinónimos de bulo).
Las duplicadas y reiterativas burocracias europeas han considerado, por su parte, prioritario e indispensable ampliar y enredar hasta lo incomprensible sus normativas, ya de por sí odiosas, parciales y sesgadas, sobre libertad de expresión y de prensa; las grandes corporaciones y cadenas, por la suya, han alardeado de fiabilidad, contraste y seriedad (siempre que no se hable de sus fuentes, que ahí lo de la seriedad se diluye hasta la liquidez).
Así que pueden imaginar mi inocente estupor y sorpresa, por no decir decepción, ante la noticia publicada esta mañana sobre la dimisión de unos tales Tim Davie y Deborah Turness, director general y consejera delegada de la sección de Informativos respectivamente, de la otrora prestigiosa y afamada British Broadcasting Corporation, o BBC para los amigos. Nada menos que a raíz de la polémica sobre la alteración (¿se dirá ahora fakecización?) del contenido real del discurso del omnipresente Donald Trump alentando a sus seguidores a marchar sobre el capitolio «a luchar como demonios» en lugar del auténtico: «a animar a nuestros valientes senadores y congresistas».
La British Broadcasting Company data de 1922; fue reestructurada en 1927, bajo privilegio real, ya como Corporation, como ente público con el fin de «informar, educar y entretener»; consiguió un alcance global para comunicar a toda la Commonwealth of Nations desde 1932; fue pionera en las emisiones televisivas en 1936; constituyó un monopolio en la televisión británica hasta 1954 y en las emisiones de radio hasta 1972… Transmitió los mensajes cotidianos de Churchill, como el famoso «Sangre, Sudor y Lágrimas», a lo largo de toda la guerra mundial, retransmitió el famoso Discurso del Rey de Jorge V, entrevistó tanto a Dolores Ibarruri como a Franco, emitió el mensaje de Eisenhower y el zapatazo de Krushchov…
Cualquiera hubiera dicho que la BBC era un medio solvente, tradicional y de confianza. Falsear dolosamente un discurso, añadiéndole un tritono escabroso y una sobreimpresión de imágenes desgarradoras, no solo es deshonesto y partidista, es corrosivo para la entera credibilidad de la información que recibimos. Uno creía que en la BBC habrían leído algo de Chesterton: «Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto».