Lleva cuatro décadas subida al carruaje de la fama y, a punto de cumplir 60 maravillosos años, Isabel Preysler ha querido celebrar su cumpleaños con la revista 'Vanity Fair'. En una exclusiva entrevista, ha desvelado los episodios más sorprendentes de una vida que se compone de varias. ¿Quién es verdaderamente esa mujer que se esconde bajo el mito Preysler?.
Parece que por ella no pasan los años. Su innegable buen aspecto físico ha permitido a muchas mujeres dejar de ver los 50, y ahora los 60, como un obstáculo en la vida: «Desde niña siempre he practicado mucho deporte. Hacía natación, montaba a caballo, jugaba al tenis, al bádminton, esquiaba y, desde hace muchos años, practico yoga».
Además, «creo que el cuerpo siempre te responde. Soy comilona y no me gusta privarme de cosas que me encantan. Pero no engordo porque no estoy quieta un minuto». Su secreto, ¿es cierto que ayuna una vez a la semana?: «Es más una limpieza, una desintoxicación, aunque te ponga de mal humor».
Pero eso no es todo. El amor en la vida de Isabel Preysler también juega un papel fundamental. Se piensa que Boyer y ella se conocieron y convirtieron en historia de amor y fenómeno mediático cuando los dos acudieron a recoger unos Premios Limón en la mitad de los años 80. «No, no, nos conocimos antes», aclara veintitantos años después la propia Preysler.
«Yo creo que es una historia de amor importante. Con obstáculos, claro, como muchas otras. La primera vez que salimos me llevó a comer a un restaurante a las afueras de Madrid. Yo le dije: 'oye, vamos a tener cuidado, ¿eh?, que me conoce mucha gente'. Estaba muy nerviosa y no sabía ni qué pedir del menú del apuro que me daba que me reconociera alguien», recordaba Isabel.
«¡Y de repente entró un autobús entero de señoras que me miraban y se daban codazos!. 'La Presley, la Presley'», exclamaban las señoras diciendo mal su apellido. «Siempre puede más Elvis Presley», bromea. Pero lo cierto es que siempre han tenido que hacer un esfuerzo gigantesco para evitar que uno de los grandes romances nacionales fuera descubierto por la prensa.
¿Cómo lo hizo, siendo una de las personas más perseguidas del país?: «Mucha organización». El romance Boyer-Preysler no sólo alimentó las páginas de la prensa rosa y politica, sino que inauguró un estilo de información enfocado al debate y el rumor, la construcción de leyendas urbanas.
Tres vidas en una
Pero a pesar de los momentos difíciles, Isabel volvería a hacer lo mismo:«Desde luego. Lo repetiría todo otra vez, pero sintiendo mucho el daño que hice a otros. Siempre pienso que es injusto que la felicidad de unos sea a costa de la infelicidad de otros. Me gustaría que no fuera así, pero es una trágica ley de vida».
Los divorcios de Preysler son tan definitivos como sus matrimonios. «No suelo hablar de mis matrimonios pasados porque ya llevo más de 25 años con Miguel. Me casé muy joven por primera vez y me dediqué a mi marido y a mis hijos enteramente. Mi divorcio de Julio fue un acto muy doloros, pero me hizo crecer como mujer, como madre y persona. No fue hasta después de nuestra separación cuando comencé a conocer mundo».
Por otro lado, su matrimonio con Carlos Falcó, marqués de Griñón, representó un nuevo capítulo en su vida en el que pasa a formar parte de una de las familias aristocráticas más importantes del país. Uno de los momentos más dolorosos de su vida fue cuando tuvo que informar a Julio Iglesias de que su padre había sido secuestrado por ETA.
«Claro que me han pasado cosas trágicas y dolorosas, pero no creo que sea necesario, insisto, hacerlas públicas», sentenció Isabel. En cuanto a las diferencias entre madres e hijas, ella dice que no puede «entender, aunque parece ser que existen, las rivalidades entre madre e hija. Una madre siempre quiere que su hija la supere, que sea mejor que ella».
«Creo que mis hijas tienen, sobre todo, una altísima autoestima. Han llevado siempre con mucha naturalidad la atención pública y saben pefectamente que estoy allí para lo que necesiten», terminó diciendo Isabel Preysler.