El aceite de coco se ha popularizado en los últimos años hasta comercializarse en supermercados y tiendas de cosmética o de alimentación natural. Todo, motivado por sus múltiples beneficios y usos: se puede comer, aplicar sobre la piel o el cabello y hasta usarse para la fabricación de velas aromáticas. Se obtiene de las semillas de cocos maduros y fue muy popular en Filipinas y otras islas del Pacífico tras la Segunda Guerra Mundial por su alto contenido en grasas saludables y ante la escasez de alimentos de la época. En lo que se refiere a la ingesta del aceite, estas son algunas de sus propiedades más destacadas:
- Fortalece el sistema inmune: protege de microorganismos y enfermedades.
- Mejora los niveles de colesterol
- Mejora la digestión y la circulación intestinal
- Aumenta la saciedad
- Algunos estudios sugieren que el aceite de coco podría ayudar a eliminar la grada abdominal
Se puede incluir en ensaladas, en batidos, para la elaboración de repostería (por su sabor dulzón) o como sustitutivo del aceite de oliva, de girasol o la mantequilla para freír determinados alimentos. Eso sí, no conviene pasarse. Una ingesta excesiva del aceite de coco puede elevar el llamado «colesterol malo», debido a su alto índice de grasas saturadas.
También destacan sus beneficios para la piel. El aceite de coco se utiliza en muchos cosméticos, jabones y cremas para conseguir una hidratación profunda. Y es que, además de hidratar, ayuda a eliminar células muertas y refuerza las capas internas de la piel. Se recomienda también para mitigar imperfecciones como manchas o estrías. Su aplicación es muy sencilla, tan solo hace falta esparcir sobre la piel el aceite, que normalmente se comercializa en formato sólido, pero que con la temperatura corporal se funde hasta tornarse en un líquido, que al principio puede resultar grasiento, pero es de rápida absorción.