En los últimos años, las aguas de las costas españolas, conocidas por su característico color azul, han comenzado a mostrar un tono verde que ha generado preocupación y sorpresa entre los bañistas y la comunidad científica. Este fenómeno, que afecta principalmente al Mediterráneo, se ha vuelto más evidente durante los meses de verano y es resultado de una serie de factores ambientales interrelacionados.
Uno de los principales causantes de este cambio de color es la proliferación de algas, especialmente del fitoplancton, que florecen en condiciones de aguas cálidas y ricas en nutrientes. El aumento de la temperatura del agua, derivado del cambio climático, crea un ambiente propicio para estas algas. Cuando estas microorganismos crecen en exceso, alteran el color del agua, dándole ese tono verdoso que ha alarmado a muchos.
Además, el exceso de nutrientes en el agua, proveniente de la actividad humana como la agricultura y la urbanización costera, contribuye significativamente a este proceso. El uso intensivo de fertilizantes en tierras agrícolas cercanas a la costa lleva al arrastre de nutrientes hacia el mar, lo que nutre y amplifica las floraciones de algas.
Este cambio en la coloración no solo afecta la estética de las playas, sino que también tiene implicaciones ambientales importantes. Las floraciones de algas pueden reducir la calidad del agua, limitar la cantidad de luz que llega al fondo marino y afectar a los ecosistemas locales. En casos extremos, la descomposición de estas algas puede agotar el oxígeno en el agua, provocando zonas muertas donde la vida marina no puede sobrevivir.
Los expertos subrayan la importancia de abordar este problema desde varias perspectivas: mitigando el cambio climático, mejorando la gestión de los recursos hídricos y reduciendo el aporte de nutrientes al mar. Sin embargo, advierten que el cambio climático ya ha puesto en marcha procesos que serán difíciles de revertir en el corto plazo.