Uno de los primeros objetivos de la ofensiva rusa en Ucrania fue la antigua central nuclear de Chernóbil. Ocurrió pocas horas después del inicio del conflicto por su posición geográfica a tan solo 17 kilómetros de la frontera con Bielorrusia, aliados de Vladimir Putin. El lunes, las tropas rusas se hicieron con el control de la mayor central nuclear de Europa, en Zaporozhie. Se trata de una de las cuatro plantas nucleares del país, y uno de los puntos clave de la guerra porque resulta crítica para Ucrania tanto desde el punto de vista de la seguridad nuclear como del abastecimiento eléctrico.
En los últimos días ha aumentado la preocupación por el riesgo para las instalaciones nucleares ucranianas con quince reactores de agua a presión distribuidos en cuatro centrales: Jmelnitski (2), Rivne (4), Ucrania Sur (3) y Zaporiyia (6), aunque solo 9 están conectados a la red, según los últimos datos del operador estatal ucraniano Energoatom. Al margen de un ataque directo, «la pérdida del suministro eléctrico exterior o del agua para poder refrigerar el núcleo y el combustible» son riesgos para los que «en principio» sí están preparadas las centrales de Ucrania, dado que «es un país miembro de la Asociación de Reguladores Nucleares Europeos (WENRA)», ha explicado a Efe la portavoz del CSN Patricia Fernández.
Para contrarrestar la pérdida de potencia exterior, «las centrales disponen de generadores diésel de emergencia capaces de funcionar de manera autónoma durante varios días», de modo que esta amenaza no debería suponer un riesgo para las centrales. Además, «después del accidente nuclear de Fukushima en 2011 se implantaron medidas adicionales para hacer frente a pérdida total de corriente alterna», es decir, «no solo del suministro eléctrico exterior, también del procedente de los generadores diésel» que podrían mantener activos los sistemas de refrigeración.
Sin embargo, el profesor de ingeniería energética de la Universidad Rey Juan Carlos, Eloy Sanz, ha explicado a Efe que el riesgo para las instalaciones nucleares durante una guerra es «una situación de incertidumbre asociada a la alta dependencia de un país, en este caso de Ucrania, a la energía nuclear». Sanz ha destacado que aproximadamente «el 50 % de la electricidad en Ucrania proviene de las centrales nucleares», por lo que «no se pueden cerrar de forma preventiva, aunque pareciera lo más lógico», señala.
Asimismo «Rusia, como miembro de Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), sabe que un ataque armado a una instalación nuclear destinada a fines pacíficos supone una violación del derecho internacional», detalla desde el CSN Fernández. El Movimiento Ibérico Antinuclear, del que forma parte Ecologistas en Acción, ha denunciado en un comunicado el riesgo nuclear en Ucrania: «Resulta evidente que las instalaciones nucleares son un punto débil en la seguridad de un país en caso de guerra, sean objetivo intencionado o no». Además, los ecologistas señalan que «los 6 reactores de la central nuclear de Zaporiyia están a solo a 157 kilómetros de la frontera con la península de Crimea», origen del flanco sur del ataque Ruso que comenzó en la madrugada del 24 de febrero.