Un punto de no retorno que estuvimos a punto de descubrir. Un lugar desde el cual no se puede dar marcha atrás, ni queriendo. Así es considerada por los analistas y expertos en geopolítica y política internacional la crisis de los misiles de Cuba, un episodio que a punto estuvo de desencadenar la Tercera Guerra Mundial y una hecatombe atómica de consecuencias poco halagüeñas para toda la humanidad. Justo este mes de octubre se cumplen sesenta años de los momentos en los que muchos aguantaron la respiración.
Y no fue para menos. Se considera el inicio de este conflicto diplomático el 16 de octubre, fecha en la cual en Estados Unidos se percataron de que en la isla caribeña existían misiles nucleares de alcance medio del ejército soviético, que bien podrían transportar las ojivas atómicas y hacerlas detonar en territorio estadounidense, con la consiguiente destrucción y muerte a gran escala. En aquel entonces la guerra fría llevaba tiempo transcurriendo de forma más o menos soterrada entre ambas potencias militares.
Sin embargo, esa constatación de que la guerra nuclear podía convertirse en un hecho palpable más que una advertencia ante posibles ataques por parte de terceros hizo a muchos perder la inocencia y constatar cómo es el mundo en el que vivimos. La crisis de los misiles de Cuba arranca con el descubrimiento por parte de la inteligencia norteamericana de los misiles balísticos de alcance medio R-12 y R-14 de la URSS en Cuba. Fue el 15 de octubre de 1962.
Hay que tener en cuenta que en aquel entonces Cuba no era un convidado de piedra en las cuestiones más acuciantes en materia de seguridad internacional, y en especial las fricciones entre los bloques capitalista y comunista. Al contrario, poco más de un año antes, tuvo lugar la invasión de bahía de Cochinos, donde tropas paramilitares de cubanos exiliados, con apoyo del gobierno de Estados Unidos, invadieron la zona para intentar fortificarse, y desde allí formar un gobierno provisional que derrocara al de Fidel Castro, para finalmente buscar el reconocimiento y legitimidad otorgados por la comunidad internacional.
Pero el plan no salió como algunos previeron. El fiasco posiblemente avivara las reticencias frente a sus vecinos estadounidenses en La Habana, y cuando Moscú planteó portar sus cabezas nucleares hasta el Caribe para que una invasión a mayor escala jamás pudiera producirse, los jefes de la Revolución lo vieron con buenos ojos. Los isleños pedían una mayor integración a nivel militar que jamás se produjo; curiosamente lo mismo que ahora solicita Ucrania a la OTAN. Sea como fuere, la inteligencia de Estados Unidos descubrió las instalaciones soviéticas en Cuba, y en pocos días el presidente Kennedy se dirigió a la nación planteando el primer cerco a la isla.
El primer bloqueo por aire y por mar llegó a partir del 23 de octubre, y de la mano de Washington, la Organización de los Estados Americanos (OEA) impuso sanciones –tan recurrentes en nuestros días– al gobierno cubano. Tras semanas de tensión, las aguas volvieron poco a poco a su cauce. El anuncio del desmantelamiento de los planes para albergar baterías de misiles atómicos tan cerca de Estados Unidos y su regreso a la Unión Soviética se produjo el 28 de octubre de 1962, aunque no fue un punto y final al enfrentamiento entre las dos superpotencias que aglutinaban a todo el mundo a su alrededor.
Llaman la atención algunos coletazos posteriores. Destacan entre estos la remesa de misiles nucleares que el ejército de Estados Unidos portó a las bases de países aliados como Italia y Turquía, países que a su vez se esforzaban por distanciarse de la esfera comunista como advertencia. Otro de los testigos que hoy tenemos de aquellos días de locos fue el teléfono rojo, un enlace de comunicación directa entre Washington y Moscú vigente todavía en la actualidad, aunque nadie lo diría, visto lo visto.