La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Turquía transcurre este domingo con más rapidez que la primera, aunque en un ambiente menos festivo y más tenso. Donde el 14 de mayo hubo largas colas y una obvia ilusión entre los votantes de la oposición, convencidos de que la jornada iba a poner fin a 20 años de poder del actual presidente, Recep Tayyip Erdogan, ahora la afluencia parece mucho menor y más apresurada. Pero esto no indica una menor participación, asegura una observadora voluntaria en un colegio electoral del distrito de Beyoglu en Estambul, mientras se toma un descanso para un bocadillo en el patio de la escuela.
«Al mediodía, el número de gente que había venido a votar es el mismo que en la primera vuelta, según lo apuntado en la mesa. Lo que ocurre es que el proceso de votar es mucho más rápido ahora, al ya no haber parlamentarias, y por eso no hay colas», explica la joven. Efectivamente, si en la primera vuelta también había que escoger partido, sellar la casilla correspondiente a una de las 24 formaciones representadas y luego doblar cuidadosamente la papeleta, de un metro de largo, para introducirla en el sobre, ahora solo hay un trozo de papel corto con dos candidatos. Erdogan parte como el claro favorito tras haber sacado un 49,5 % en la primera vuelta, frente al 44,9 % de su competidor, el socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu. Pero el 5 % que en la primera vuelta votó al candidato ultranacionalista Sinan Ogan, probablemente se decidirá en segunda por Kiliçdaroglu, ya que en general no se sienten cercanos a Erdogan, creen Mustafa y Ebru, dos jóvenes que han votado al socialdemócrata.
«La oposición tampoco me convence mucho, pero lo que sabemos es que no estamos felices, y por eso queremos un cambio», detalla Ebru. Bilal, un empresario de 30 años que ha fundado su propio negocio de tecnología de seguridad, sí se siente muy a gusto con su vida y ha votado a Erdogan, por considerarlo un defensor del orgullo nacional del país. Destaca que Turquía quiere ser abierta a todo el mundo, pero no dejar que otras potencias decidan sobre sus leyes o políticas, y se muestra convencido de que Erdogan mantendrá esta independencia, mientras que la oposición se someterá demasiado al dictado de Europa o Estados Unidos.
En todos los colegios hay varios observadores voluntarios, convencidos de que vigilar estrechamente las urnas es de extrema importancia, ya que temen que los partidarios de Erdogan intentarán manipular los resultados en cuanto tengan oportunidad. Corren sospechas de que algunos distritos, sobre todo en zonas rurales con pocos observadores, el AKP, el partido islamista de Erdogan, intentará enviar a sus partidarios votar en distintos colegios, mediante permisos especiales que se expiden a las fuerzas de seguridad en servicio y que les facultan votar donde se hallan.
Pero en general, el sistema de votación y recuento se presenta como sólido y difícil de manipular, según la opinión de los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que presenció la primera vuelta. Pese a estar convencido de su opción, Bilal no se quiere mostrar demasiado optimista respecto al resultado. «Quién ganará es imposible de prever ahora. Lo sabremos por la noche, cuando termine el recuento», concluye el joven empresario.