El expresidente de Estados Unidos y candidato a las elecciones presidenciales Donald Trump recibió un disparo en la oreja derecha el pasado sábado mientras intervenía en un mitin en Pensilvania. El candidato republicano ha resultado herido leve, pero hay que lamentar la muerte de uno de los asistentes y otros dos se encuentran en estado grave.
Aunque se trata de una noticia de impacto, que está dando la vuelta al mundo este domingo y ha provocado reacciones de los principales líderes, lo cierto es que no es la primera vez que un presidente de EEUU es tiroteado. Cabe destacar que cuatro de ellos, incluso, han fallecido. Hasta ahora, el último atacado había sido Ronald Reagan, que en 1891, fue disparado al salir de un hotel Hilton en Washington. El entonces presidente estadounidense sólo llevaba unos meses en el cargo. Su agresor, un perturbado admirador de la actriz Jodie Foster, le disparó una bala que entró por la axila y se alojó en el pulmón, sin tocar el corazón ni poner en peligro su vida. En menos de un mes, Reagan retornó a la Casa Blanca.
Uno de los atentados más conocidos, fue el realizado contra John F. Kennedy. En concreto, un 22 de noviembre de 1963, el presidente de EEUU circulaba en una limusina descapotable por Dallas y mientras saludaba al público fue disparado mortalmente desde un apartamento cercano por Lee Harvey Oswald. El asesino murió dos días después tras ser tiroteado. Aún se desconocen los motivos que provocaron la trágica muerte de Kennedy.
En el año 1912, la víctima fue el entonces ya expresidente Theodore Roosevelt ya había abandonado la presidencia fue emboscado delante del Gilpatrick Hotel en Milwakee por un hombre llamado John Schrank, propietario de una taberna y presuntamente desequilibrado. La bala se quedó en el pecho de Roosevelt sin llegar al corazón. De hecho, el también conocido como 'Teddy' vivió siete años más.
Unos años antes, en 1901, el presidente William McKinley disfrutaba de un concierto en la ciudad de Buffalo (estado de Nueva York) cuando fue disparado dos veces en el abdomen por un anarquista llamado Leon Czolgosz, y murió. El asesino escribió que había matado a McKinley por ser «un enemigo del buen pueblo trabajador».
Unos años antes, en 1881, el recién electo presidente James A. Garfield se encontraba en la Estación de Potomac de Washington cuando fue tiroteado por Charles Guiteau, que resultó ser un hombre con problemas mentales. Garfield recibió dos tiros, y sobrevivió 10 semanas más, pero terminó falleciendo.
En 1865, el presidente Abraham Lincoln había acudido al Teatro Ford de Washington cuando fue disparado por detrás en la cabeza por un simpatizante confederado llamado John Wilkes Booth. El asesinato de Lincoln no impidió que los federales ganaran la guerra un mes más tarde.
Además de los citados atentados, los servicios secretos de EEUU han desbaratado numerosos planes para matar a otros presidentes en ejercicio. De este modo, ha trascendido que las vidas de Barack Obama, Bill Clinton, George W.Bush, Jimmy Carter, Gerald Ford y Richard Nixon también han estado en peligro.