Jorge Dezcallar ocupaba el Palacio de España, sede de la embajada española en el Vaticano a la muerte de Juan Pablo II. Entre sus múltiples destinos, durante dos años fue testigo del funcionamiento de la curia vaticana.
El sábado será el funeral de Francisco. Además de despedida, ¿es también una muestra del ‘poder blando’ del Vaticano?
— Es indudable. Stalin decía «¿Cuántas divisiones tiene el papa?» y no las necesita para tener influencia global. En el último discurso ante el cuerpo diplomático acreditado, Francisco, dio el dato de que más de treinta jefes de estado habían visitado el Vaticano ese año. Ningún país del mundo recibe 30 jefes de Estado. Son 1.300 millones de católicos y la voz del papa llega a todo el mundo. Es un soft power que es único. Es un sistema que lleva 2.000 años de éxito y lo hacen muy bien.
¿Aquí el rito es el mensaje?
— La puesta en escena es muy depurada. El protocolo vaticano es el más sofisticado del mundo y con mucha diferencia y lo dice alguien que ha sido embajador en varios países. La religión necesita un cierto misterio y lo hay en estos acontecimientos en San Pedro, un marco monumental... He estado en múltiples ceremonias de tres y cuatro horas que se te hacen cortas, porque la coreografía y la música es tan bonita. Eso lo han sabido todas las religiones siempre. El rito ortodoxo es incluso más coreográfico y los protestantes se pasan el día cantando, pero en la católica es donde se llega a un extremo de belleza plástica.
¿Qué diferencias se están viendo entre la muerte de Francisco y la de Juan Pablo?
— Esencialmente es lo mismo. Se muere un papa, se hace un funeral y se le entierra. Hay diferencias. Este papa es mucho más sobrio, Juan Pablo era un animal mediático que disfrutaba con las grandes masas. Francisco ha querido es dar ejemplo hasta el final y ser el papa de los emigrantes y los pobres hasta el final.
¿Qué augura respecto al cónclave? ¿Continuismo o cambio?
— Es difícil hacer predicciones. La Iglesia no es una burbuja aislada y estamos en un mundo en profunda transformación. Es el fin de una era geopolítica, del multilateralismo y vamos a pasar a un mundo multipolar. La Iglesia tiene que vivir en ese mundo en el que se va a liderazgos fuertes, a proteccionismos, a luchas comerciales, a guerras abiertas. En este momento los cardenales tendrán que decidir si quieren continuismo, acelerar los cambios o frenarlos. La Iglesia no piensa en términos de legislatura, no tiene que rendir cuentas. Se enfrenta a un planeta entero y las necesidades de la religión pueden ser diferentes en África y en Europa y tiene que gobernar para todos. Los cambios se hacen a lo largo de decenios o más.
¿Las quinielas que circulan son también maniobras?
— Hay una frase que me repetían en el Vaticano: el que entra papa sale cardenal. Los grandes nombres se pueden quedar por el camino. En este cónclave hay dos elementos diferenciales: el primero es que el ochenta por ciento de los electores han sido elegidos por este Papa, lo que hace presumir que estén en cierta longitud de onda con él. Son 110, lo que apuntaría por el continuismo. Vienen de todas las partes del mundo, no de Europa como antes y no se conocen entre ellos. No llegarán tras haber formado previamente grupos, como en los conclaves anteriores. Por eso es imposible saber lo que va a pasar.
«El que entra papa, sale cardenal. Los grandes nombres se pueden caer»
Se habla de intentos de influencias exteriores. ¿Le parece factible?
— Cuando fui embajador, en los archivos leía cartas de Felipe II y del embajador que decía quién interesaba como papa o no. Felipe II mandaba dinero y compraba cardenales. Ahora pensar que Trump tiene influencia me parece un despropósito. Los cardenales más asociados con su figura pueden tenerlo más difícil por el rechazo que Trump suscita.
¿Son fiables los vaticanólogos?
— No. Son como los economistas: Explican lo que ha pasado muy bien. Hay nombres que suenan, pero no quiere decir nada. No pondría mucha fé. Esa es mi experiencia. Es cierto que en el cónclave al que asistí había dos líneas muy delimitadas y atinaron con Ratzinger. La situación hoy es muy diferente.
De este señor, lo único que interesa es saber que paso el 11 M. Fracasó en su labor y algo debe saber de esa inflexión histórica. Lo demás son pavadas.