Los últimos movimientos en Líbano, donde el gobierno parece haber emprendido una cruzada contra la milicia Hezbolá, plantea una nueva disyuntiva en este teatro de operaciones de Oriente Medio. Los inéditos pasos de Beirut pueden conducir a exacerbar la tensión o bien allanar el camino hacia la paz regional. Mientras se dirime esta cuestión, se presentan algunas novedades de calado.
En un giro histórico para la política regional de Oriente Medio, el presidente de Líbano ha realizado una contundente declaración ante representantes iraníes sobre la necesidad de que ningún grupo armado opere en territorio libanés. Esta postura, manifestada este miércoles durante la visita del alto cargo iraní Alí Larijani, marca un posible punto de inflexión en las tensiones que han caracterizado la región durante décadas.
Joseph Aoun, presidente libanés, ha advertido contra cualquier injerencia extranjera en los asuntos internos del país, señalando que aunque Líbano está abierto a la cooperación con Irán, esta debe producirse dentro de los límites de la soberanía nacional y el respeto mutuo. Estas declaraciones se producen después de que el gabinete libanés aprobara los objetivos de una hoja de ruta, respaldada por Estados Unidos, para desarmar al grupo Hezbolá, que recientemente libró una guerra con Israel cuyos efectos varían según a qué fuente se acuda.
En todo caso el encuentro entre ambos representantes ha dejado clara la posición de cada parte. Por un lado, Líbano busca recuperar el control total de su territorio y su política exterior, mientras que Irán intenta mantener su influencia en la región a través de sus alianzas con grupos como el partido-milicia chií. Esta situación podría generar nuevas tensiones o, por el contrario, abrir una vía hacia la estabilización regional.
Hezbolá, fundado en 1982 como respuesta a la invasión israelí de Líbano, se ha convertido con el paso de los años en una fuerza política y militar que muchos consideran un «estado dentro del estado». Su capacidad armamentística supera actualmente a la del propio ejército libanés, lo que ha generado preocupación tanto a nivel nacional como internacional.
Los enfrentamientos entre Hezbolá e Israel han sido recurrentes, alcanzando su punto álgido en la guerra de 2024, que dejó miles de víctimas y una devastación sin precedentes en territorio libanés. Lo cierto es que los contingentes terrestres israelíes no incursionaron mucho más lejos de la frontera de lo que lo habían hecho en contiendas precedentes. Desde entonces, la presión internacional para el desarme del grupo ha aumentado considerablemente, especialmente desde Estados Unidos y sus aliados en la región.
Según datos recabados por analistas internacionales, el conflicto del año pasado causó más de 3.500 víctimas mortales y dejó infraestructuras valoradas en más de 7.800 millones de euros completamente destruidas. Estas cifras han llevado a un replanteamiento de la estrategia política libanesa respecto a las milicias armadas que operan en su territorio.
Durante su visita a Beirut, Larijani, secretario del máximo órgano de seguridad iraní, afirmó que la República Islámica apoya la soberanía de Líbano y no interfiere en su toma de decisiones. Sin embargo, también señaló que «respetamos cualquier decisión adoptada por el gobierno libanés en consulta con la resistencia», refiriéndose a Hezbolá, lo que evidencia la compleja relación entre Teherán y el grupo chií.
El representante iraní también mantuvo conversaciones por separado con el presidente del Parlamento, Nabih Berri, cuyo movimiento Amal es aliado de Hezbolá. En estas reuniones, Larijani insistió en que «Irán no ha traído ningún plan a Líbano, sino Estados Unidos. Los que intervienen en los asuntos libaneses son los que dictan planes y plazos».
En sus declaraciones más controvertidas, el funcionario iraní afirmó que Líbano no debería «mezclar a sus enemigos con sus amigos: tu enemigo es Israel, tu amigo es la resistencia. Recomiendo a Líbano que aprecie siempre el valor de la resistencia». Estas palabras han sido interpretadas como una advertencia velada contra el acercamiento libanés a posiciones occidentales.
El plan estadounidense y sus objetivos
Estados Unidos ha presentado un plan a través del enviado del presidente estadounidense a la región, Tom Barrack, que establece los pasos más detallados hasta la fecha para desarmar a Hezbolá. Este plan, respaldado por la comunidad internacional incluyendo a España, ha sido recibido con rechazo por parte del grupo chií, que considera que cualquier intento de desarme constituye una rendición ante las presiones externas.
Según fuentes diplomáticas consultadas, el plan contempla un proceso gradual que comenzaría con la retirada de armamento pesado de las zonas fronterizas, seguido de un programa de integración parcial de combatientes en las fuerzas regulares libanesas. Los expertos señalan que la implementación de estas medidas requeriría al menos 24 meses y una inversión estimada en 5.200 millones de euros para garantizar la estabilidad durante el proceso.
Las relaciones diplomáticas con España podrían verse fortalecidas en este contexto, ya que nuestro país ha mantenido históricamente una posición de diálogo con todas las partes involucradas. Fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores español han confirmado que España apoya los esfuerzos para la estabilización de Líbano y está dispuesta a participar en misiones internacionales de verificación si fuera necesario.
Implicaciones para la estabilidad regional
La actual situación plantea una disyuntiva crucial para el futuro de Oriente Medio. Por un lado, el desarme de Hezbolá podría reducir las tensiones con Israel y facilitar un proceso de paz regional. Por otro, el debilitamiento del grupo podría alterar el equilibrio de poder existente y generar nuevos conflictos. Expertos de la Universidad Complutense de Madrid señalan que este momento podría representar una oportunidad histórica para la reconstrucción de Líbano y el establecimiento de un nuevo marco de relaciones en la región.
Sin embargo, también advierten que la transición debe gestionarse con extrema cautela para evitar un vacío de poder que pudiera ser aprovechado por grupos extremistas. La postura de países como Francia, tradicional aliado de Líbano, y Arabia Saudí, con intereses contrapuestos a los de Irán en la región, también se antojan determinantes en este caso.
Hezbolá cuenta con 15 escaños en el parlamento libanés y su ejército es muy superior al del ejército libanés. Son los yanquis y los sionistas quienes quieren desarmarlos para que tomen el control del país. No entregarán ni entregarán sus armas ni se rendirán ante los sionistas y yanquis. Hezbolá es elegido democráticamente por el pueblo libanés y no acatará órdenes de países belicistas extranjeros.