La seguridad aérea en el norte de Europa y la región del Báltico se ha visto seriamente comprometida en las últimas semanas. La última hora de este asunto pasa por las revelaciones que apuntan a la operación de vehículos aéreos no tripulados, o drones, desde cargueros. Un informe de la prestigiosa revista alemana Der Spiegel, publicado este mismo viernes, ha puesto el foco en un buque de 100 metros de eslora que, presuntamente, forma parte de la denominada flota rusa en la sombra. Este carguero, con capacidad técnica para el despegue y aterrizaje de drones de gran tamaño, habría sido la base de operaciones para los sobrevuelos que, a finales de septiembre se acercaron peligrosamente a infraestructuras críticas en el norte de Alemania, generando una creciente inquietud en la comunidad internacional y entre los servicios de seguridad europeos.
Según las informaciones recabadas por el semanario alemán, que cita directamente a fuentes de los servicios de seguridad de Alemania, la ruta seguida por este carguero sospechoso coincide de manera alarmante con los avistamientos de drones. Este patrón de movimiento sugiere una conexión directa entre el buque y las actividades de vigilancia u hostigamiento aéreo. El carguero en cuestión, cuya bandera pertenece a un país caribeño no identificado, se dirigió hacia el este tras los incidentes, recalando días después en un puerto de la Federación Rusa. Esta maniobra, junto con la composición de su tripulación, mayoritariamente ciudadanos rusos, y la ubicación de su propietario en uno de los países bálticos, refuerza las sospechas sobre su posible vinculación con intereses rusos y su papel en estas operaciones encubiertas.
Este escenario de creciente tensión en el Báltico se ve agravado por las recientes declaraciones del primer ministro polaco, Donald Tusk. Este pasado jueves, Tusk denunció desde la cumbre en Copenhague un nuevo «incidente» que involucró a buques rusos cerca del puerto de Szczecin, uno de los enclaves marítimos más estratégicos de Polonia en el mar Báltico. El líder polaco fue contundente al afirmar que «tenemos provocaciones cada semana», subrayando la persistencia y la frecuencia de estas acciones desestabilizadoras. La situación, lejos de ser un hecho aislado, forma parte de un patrón de «nuevos incidentes en nuestra región y en el mar Báltico cada semana, casi a diario», según sus propias palabras, que también incluyen las ya habituales provocaciones en la frontera con Bielorrusia.
La preocupación por la seguridad en el Báltico no es nueva, pero la identificación de cargueros como posibles plataformas de lanzamiento de drones añade una dimensión preocupante a la guerra híbrida. Las declaraciones de Tusk reflejan una profunda frustración con la percepción de algunos líderes europeos. El primer ministro polaco reprochó a quienes aún mantienen la «ilusión» de que no se está librando una guerra, en una clara alusión al primer ministro húngaro, Viktor Orbán. Tusk enfatizó que lo que se está viviendo es «una agresión en toda regla (...) un nuevo tipo de guerra, muy compleja, pero guerra». Esta perspectiva subraya la necesidad de una respuesta unificada y decidida por parte de la Unión Europea y la OTAN ante lo que considera una amenaza existencial. La constante vigilancia de las fronteras y los espacios marítimos se ha convertido en una prioridad ineludible para los países ribereños del Báltico, que se sienten directamente amenazados por estas tácticas.
'Guerra híbrida' y la visión de Europa
La retórica de Tusk no deja lugar a dudas sobre la gravedad de la situación. Para el primer ministro polaco, «la verdadera pregunta no es si la guerra existe, sino de qué lado estás». Esta afirmación polariza el debate, presentando la situación como una elección binaria: «La guerra es blanco o negro: Rusia lucha contra Ucrania, así que la única pregunta es: ¿de qué lado estás?». Tusk dejó clara la postura inquebrantable de Polonia, así como la de la OTAN y la de Europa, lamentando lo que considera la postura ambigua de Viktor Orbán. Esta visión de un conflicto que trasciende las fronteras ucranianas y se manifiesta a través de operaciones híbridas y provocaciones constantes es compartida por muchos en el flanco oriental de Europa. La guerra de Rusia contra Ucrania es, para ellos, intrínsecamente una guerra europea, con ramificaciones directas para la estabilidad y la seguridad del continente.
¿Qué es la flota en la sombra rusa?
La «flota en la sombra rusa» es un término que ha ganado notoriedad en los últimos años, especialmente desde la invasión a gran escala de Ucrania decretada por Vladímir Putin en febrero de 2022. Se refiere a un conjunto de buques mercantes y petroleros que operan fuera de las regulaciones marítimas internacionales convencionales, a menudo con banderas de conveniencia de países con poca supervisión, como el caso del carguero sospechoso con bandera caribeña. Estos barcos suelen estar vinculados a intereses rusos y se utilizan para eludir sanciones, transportar mercancías sensibles o, como sugiere el informe de Der Spiegel, para llevar a cabo operaciones encubiertas, incluyendo el lanzamiento de drones. Su modus operandi implica a menudo la desactivación de transpondedores AIS (Sistema de Identificación Automática) para evitar ser rastreados públicamente, lo que dificulta enormemente su identificación y seguimiento por parte de las autoridades marítimas y de seguridad. La existencia y actividad de esta flota representa un desafío significativo para la seguridad marítima global y la aplicación de las leyes internacionales, ya que operan en una zona gris legal, dificultando la atribución de responsabilidades y la respuesta coordinada.
Las consecuencias de estas operaciones de drones desde cargueros y la actividad de la flota en la sombra son profundas para la seguridad europea. Tusk ha vaticinado que «si Rusia ganara, las consecuencias para Europa y Occidente serían dramáticas», lo que refuerza la urgencia de una respuesta contundente. La violación del espacio aéreo polaco, las actividades de la flota en la sombra y la «ristra de operaciones híbridas» son ejemplos muy reales de cómo la agresión rusa se manifiesta más allá del frente ucraniano.
Por ello el primer ministro polaco ha defendido la implicación de todos los Estados miembros en la defensa del flanco oriental, incluyendo la propuesta del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, de crear un escudo antidrones. Esta iniciativa busca establecer un sistema de defensa aérea coordinado y robusto capaz de neutralizar las amenazas de vehículos aéreos no tripulados, que se han demostrado ser una herramienta eficaz en la guerra moderna. La OTAN, por su parte, mantiene una vigilancia constante en la región del Báltico, reforzando su presencia y sus capacidades de inteligencia para detectar y responder a estas nuevas formas de agresión, que ponen a prueba la resiliencia de las infraestructuras críticas y la cohesión de la Alianza.
La Alianza Atlántica considera la región del Báltico como un flanco estratégico vital y ha reforzado significativamente su presencia y capacidades en la zona. Su papel incluye la disuasión de cualquier agresión contra sus Estados miembros, la defensa colectiva y la gestión de crisis. Esto se materializa a través de la presencia de fuerzas multinacionales en los países bálticos (Estonia, Letonia, Lituania) y Polonia, el aumento de ejercicios militares para mejorar la interoperabilidad y la preparación, y la modernización de las infraestructuras de defensa. La Alianza también trabaja en la detección temprana de amenazas híbridas, incluyendo las operaciones de drones y la actividad de la flota en la sombra, y en el desarrollo de estrategias para contrarrestarlas.
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