Aunque se abstuvieron de ponerle la firma, ya que todavía no ha habido reivindicación, las autoridades marroquíes señalaron ayer con el dedo a la red terrorista Al Qaeda como más que posible autora del atentado de ayer contra el corazón turístico de Marraquech, que se cobró 16 vidas.
Los indicios que han ido apareciendo con cuentagotas apuntan a una acción bien organizada, que buscaba un daño masivo, y que requería de un nivel de preparación propio de un grupo terrorista.
Descartada la hipótesis de que un suicida hubiese hecho estallar la bomba, el ministro marroquí del Interior, Taieb Cherkaui, anunció que el explosivo había sido detonado a distancia y que "el método utilizado recuerda al estilo de Al Qaeda".
Según las primeras investigaciones, la deflagración se produjo a un bomba compuesta de nitrato de amonio y TATP (triperóxido de triacetona).
Para convertir este cóctel en un arma más mortífera, los autores del atentado recurrieron a metralla, como informó el director del centro hospitalario universitario Mohamed VI, Hisham Najmi, donde están ingresados la mayoría de la veintena de heridos.
Según Najmi, los médicos hallaron incrustados en los cuerpos de tres heridos "objetos metálicos extraños e idénticos", que el titular del Interior identificó como clavos de hierro.
Cherkaui, además, recordó que la amenaza terrorista sigue presente, y que por ello se han aumentado las medidas de seguridad en todo el territorio marroquí para prevenir nuevos ataques.
Sin embargo, todavía quedan varias zonas de sombra en torno al atentado, como la nacionalidad exacta de tres de las víctimas mortales o su coincidencia en el tiempo con el indulto concedido por el rey Mohamed VI hace dos semanas a varios presos salafistas procesados por la ley antiterrorista.
Los 13 fallecidos identificados hasta el momento son siete franceses, dos marroquíes, dos canadienses, un holandés y un británico. Medios israelíes informaron ayer sobre la presencia de una pareja de ese país entre los fallecidos, pero esto no fue confirmado por Rabat.
Un grupo de especialistas en grandes catástrofes de la policía científica española se desplazó hasta el café Argana, lugar de la explosión, para examinar los restos del devastado local.
De forma un tanto sorprendente, la plaza Yemá el Fna, corazón turístico de la ciudad, recobró ayer una cierta normalidad, con grupos de turistas paseando por la medina y decenas de curiosos agolpados contra las vallas con las que la Policía marroquí protegía el devastado local.
Markus Sorenson, un cirujano sueco de Gotemburgo, se mostraba preocupado por la inseguridad, pero aseguró a que continuaría su viaje previsto hasta el final.
"No esperaba que Marruecos fuese ahora objetivo de los terroristas, y de hecho el país me parece muy tranquilo, pero es cierto que una cosa así te deja miedo en el cuerpo", señaló.