Benedicto XVI hizo ayer un llamamiento para que en Siria cese el derramamiento de sangre y se emprenda "sin demora la vía del respeto, del diálogo y de la reconciliación", y pidió que se ayude a los refugiados que huyen de la violencia en ese país.
Ante más de 150.000 personas que llenaron en una mañana soleada, aunque con algunas nubes, la plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa pronunció el Mensaje Pascual en el que repasó la situación en el mundo y aseguró que la resurrección de Cristo devuelve al hombre toda su dignidad.
Benedicto XVI subrayó que la resurrección testimonia la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio y de la misericordia sobre la venganza y aseguró que en este mundo la esperanza "tiene que ajustar cuentas" con la dureza del mal, "ya que no es solamente el muro de la muerte el que la obstaculiza, sino más bien las aguzadas puntas de la envidia, del orgullo, la mentira y la violencia".
"Que Cristo resucitado otorgue esperanza a Oriente Próximo, para que todos los componentes étnicos, culturales y religiosos de esa Región colaboren en favor del bien común y el respeto de los derechos humanos", afirmó el Papa haciendo un recorrido por el mundo.
Su pensamiento se detuvo en Siria, "para que cese -imploró- el derramamiento de sangre y se emprenda sin demora la vía del respeto, del diálogo y de la reconciliación, como auspicia también la comunidad internacional".
El Pontífice, que dentro de pocos días cumplirá 85 años, expresó su preocupación por los numerosos refugiados provenientes de ese país, "necesitados de asistencia humanitaria", y exhortó a la comunidad internacional a "acogerles y prestarle la asistencia sanitaria necesaria, para que alivien sus penosos sufrimientos".
Con la mirada siempre puesta en Oriente Medio, alentó al pueblo iraquí a no escatimar ningún esfuerzo para avanzar en el camino de la estabilidad y del desarrollo y abogó una vez más para que en Tierra Santa israelíes y palestinos reemprendan el proceso de paz.