El escritor Mario Vargas Llosa considera "muy peligrosa" la devaluación que padece la política hoy día, y cree que el que se la asocie con "la desvergüenza, la pillería y la mediocridad" es "un suicidio lento para la democracia" .
A la devaluación de la política se refirió ayer Vargas Llosa en declaraciones a Efe para hablar de su nuevo libro, "La civilización del espectáculo", un ensayo valiente y lúcido en el que critica la banalización de la cultura, la política y el periodismo y lamenta que hoy se le dé más importancia a la moda, a la gastronomía o al fútbol que a la buena literatura o a la buena música.
"No creo que meter goles sea mucho más importante que pensar con claridad, que escribir una gran obra de teatro o un hermoso poema, o que pintar un buen cuadro. No lo es, pero hoy día sí lo parece", afirmó Vargas Llosa, que es un forofo del fútbol y que esta noche aplaudirá "como un loco" si gana el Real Madrid en su enfrentamiento con el Bayern de Múnich.
En este libro, que Alfaguara acaba de publicar en España y que en las próximas semanas llegará a Hispanoamérica, el escritor peruano pronostica la desaparición de la cultura "en el sentido que tradicionalmente se ha dado a este vocablo" y constata "el eclipse" del intelectual.
"Es un libro muy personal, una opinión que no tiene por qué ser compartida y, de hecho, hay materia para una controversia, un debate, una reflexión", reconocía hoy Vargas Llosa, muy relajado pese a que acaba de llegar del Perú y cada vez lleva "peor lo del 'jet lag'".
Lo que tradicionalmente se consideraba cultura, apuntaba el escritor, "ha pasado en muchos casos a ser una actividad bastante marginal", mientras que actividades que no parecían formar parte de la cultura "han asumido luego la hegemonía", como todo lo relacionado con el mundo audiovisual, que tiene una enorme influencia".
En algunos campos, como el de las bellas artes, la situación "es mucho más grave que en otros, porque en el de la literatura "todavía hay ciertos criterios que permiten establecer jerarquías".
"Eso es prácticamente imposible en las bellas artes, y ello abre la puerta al fraude, al embauque y a la confusión", añadía el premio nobel de literatura 2010 antes de presentar su libro en la Casa de América ante un grupo de periodistas.
Aunque su ensayo es bastante pesimista, el escritor asegura que "la historia no está escrita, sino que la escribimos nosotros de acuerdo con nuestra decisión". "¿La vieja cultura merece sobrevivir? Es una decisión que hay que tomar y en función de ella se la puede revitalizar o simplemente enterrarla".
"Hay quienes quieren enterrarla, pero los que quisiéramos que sobreviviera, tenemos que actuar en consecuencia", señalaba el novelista peruano.
El espíritu crítico, opina el autor de "La fiesta del Chivo", ayuda a defenderse de la manipulación, "que está inevitablemente asociada al poder, y, si desaparece ese espíritu, son las instituciones democráticas las que están en peligro".
La devaluación de la política preocupa especialmente a Vargas Llosa. "Si los ciudadanos no participan, al final la política queda en manos de una clase de profesionales, y eso siempre es peligroso porque garantiza la mediocridad y puede fácilmente desmoronarse y caer en manos de instituciones autoritarias, de gobiernos autoritarios".
"El desplome de los valores no es solo el de los estéticos sino el de los éticos. Ha ido paralelo", y por eso la corrupción "cunde y no hay una sanción moral, no está mal vista", sostiene el escritor.
Vargas Llosa se ocupa largamente en el libro del desapego a la ley, "otra consecuencia de la civilización del espectáculo", y asegura que en ningún caso se ve mejor que en la piratería de libros, discos, vídeos.
Como cuenta en el libro, la editorial Alfaguara calcula que por cada novela de este escritor que se vende legalmente en Perú, hay seis o siete piratas. Y una de las ediciones piratas de "La fiesta del Chivo" se imprimió "¡en la imprenta del Ejército!".
Si se burla la legalidad, "y se hace exitosamente, eso a muy pocas personas les parece mal. Vemos cómo los grandes tiburones, los grandes pillos, se convierten en figuras icónicas.
El sensacionalismo de cierta prensa es también una consecuencia de la frivolidad imperante. "Hay periódicos serios en los que el amarillismo empieza a entrar irremediablemente porque a veces es la única manera de sobrevivir", señala.
Y, en cuanto al cine, el escritor lamenta que ya no haya grandes creadores como "Visconti, Bergman, Buñuel o Berlanga" y que se haya convertido en icono a Woody Allen, cuyas primeras películas le gustaron "mucho, pero después se volvió un imitador de sí mismo.
"Hay una especie de rutina en la admiración a Woody Allen. Sus últimas películas parecen las de un documentalista a sueldo de las ciudades, que le financian las películas".-