El Papa Francisco dijo ayer que la Iglesia no es una organización asistencial, una empresa o una ONG, sino "una comunidad de personas animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría".
El Vaticano publicó en varios idiomas este discurso del pontífice, con motivo de la Jornada Mundial de las Misiones de 2013 que se celebrará el 20 de octubre como conclusión del Año de la Fe.
"La fe es un don precioso de Dios, que abre nuestra mente para que lo podamos conocer y amar. Él quiere relacionarse con nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de significado, que sea más buena, más bella. Dios nos ama", aseguró en su mensaje el Papa, quien estuvo recientemente en Brasil con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
Cincuenta años después del inicio del Concilio Vaticano II, el Año de la Fe "es un estímulo para que toda la Iglesia reciba una conciencia renovada de su presencia en el mundo contemporáneo, de su misión entre los pueblos y las naciones", prosiguió.
Indicó que el anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia y citó a su predecesor Benedicto XVI, al decir que "el impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial".
El pontífice invitó a los obispos, los sacerdotes, los consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo responsable en la Iglesia a dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y formativos.
Explicó que en la época actual la movilidad generalizada y la facilidad de comunicación a través de los nuevos medios han mezclado a los pueblos, el conocimiento y las experiencias.
El Papa reconoció que a veces "es difícil", incluso para las comunidades parroquiales, "conocer de forma segura y profunda a quienes están de paso o a quienes viven de forma permanente en el territorio".
Además, alertó, en áreas cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas "crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias".