La reforma laboral ha salido adelante, pero siguiendo la trama de una película de suspense. Incluso en el mismo momento de la votación ha habido auténticos giros de guion, como cuando la presidenta del Congreso Meritxell Batet ha declarado derogado el real decreto debido a una mala interpretación de los votos presenciales y los votos telemáticos emitidos.
Los bancos ocupados por los miembros del Gobierno han quedado sumidos en el estupor mientras que en la bancada popular estallaban en gritos y aplausos. Tras unos segundos que para algunos han debido ser eternos, en el que la mesa ha calculado bien el número de votos, la presidenta ha vuelto a tomar la palabra y ha dicho: «Me informan que queda aprobado el real decreto ley». Resultado final: 175 votos a favor de la reforma y 174 en contra.
La portavoz popular en el Congreso, Cuca Gamarra, ha comparecido de urgencia ante los medios para explicar la situación, y ha afirmado que «la Mesa del Congreso era consciente de que había una anomalía en el voto emitido por un miembro de la Cámara y han decidido seguir adelante con la votación. El diputado se ha personado en la Cámara y se le ha impedido la entrada en el hemiciclo».
La escena ha sido la culminación de varias semanas de incertidumbre y ha permitido al Gobierno salvar del modo más surrealista uno de los grandes proyectos de la legislatura. Sánchez contaba el voto de dos de los diputados de UPN, que habían prometido su apoyo al real decreto, pero finalmente han votado en contra. Sin embargo el voto a favor, que todavía se estudia si fue por error, de un diputado del PP ha salvado, por un solo voto, el proyecto estrella del Ejecutivo.
Según ha asegurado el PP, todo se ha debido a un 'error informático' del diputado popular Alberto Casero, que usó el voto telemático y pulsó el sí en lugar del no. Aunque ha pedido a la mesa que subsanase el 'error', Batet ha rechazado la reclamación, pese a la indignación de los 'populares'. Y es que este error ha permitido al Gobierno seguir adelante con la reforma laboral, después de ver cómo sus principales socios de investidura, con ERC y PNV a la cabeza, le daban la espalda.