Sentirse perdido al intentar entender la política catalana no es extraño: la coalición de gobierno en Cataluña está en entredicho y comprender las causas no es tarea fácil. Ésta es una guía rápida sobre los orígenes, motivos y posibles consecuencias de la enésima crisis, quizás la definitiva, entre ERC y JxCat:
Qué está pasando
La continuidad del gobierno formado por la coalición independentista entre Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y Junts per Catalunya (JxCat) pende de un hilo, después de que una nueva crisis entre ambos partidos haya llevado a JxCat a plantearse su salida de la Generalitat, decisión que tomará en una consulta a sus afiliados los días 6 y 7 de octubre.
Junts pel sí, contigo empezó todo
Más allá de la rivalidad histórica, las tiranteces como socios de gobierno empezaron en el seno de Junts pel Sí hace siete años, cuando en 2015 los dos partidos (entonces ERC y la extinta Convergència, de la que es heredera JxCat) fueron de la mano en una lista electoral conjunta con perfiles de la sociedad civil, que derivó en un ejecutivo con Carles Puigdemont como presidente y Oriol Junqueras como vicepresidente.
Fueron dos años de tensiones y presiones mutuas que culminaron con el 1-O, una declaración unilateral de independencia y las cúpulas de ambas formaciones encarceladas o, aún hoy, huidas al extranjero. De aquellos polvos, estos lodos. La agria convivencia actual parte en gran medida de aquel 2017 y de su complicada digestión que aún dura. De hecho, la relación Puigdemont-Junqueras está totalmente rota.
Crisis tras crisis y condena de entenderse
Desde entonces, los agravios se acumulan: reproches cruzados por la independencia frustrada, la decisión de ERC de no avalar la investidura de Puigdemont como presidente desde la distancia, las desconfianzas entre el president Quim Torra (JxCat) y los consellers de ERC durante la pandemia, las divergencias estratégicas sobre el 'procés', la pérdida del poder de JxCat en manos de ERC o el desacuerdo sobre qué papel debe tener Puigdemont desde Waterloo.
Estos son solo algunos de los hechos que han ido desgastando la relación entre dos socios que, sin embargo, estaban condenados a entenderse si querían seguir adelante con el proceso independentista y mantener el poder. Y así han regateado crisis... hasta ahora.
De la coalición a la colisión en tres actos
Si la mala relación era un secreto a voces, ahora ya es un divorcio en toda regla. Y las diferencias estratégicas se han convertido en un abismo en esta legislatura, en la que la apuesta pragmática de Aragonès por la vía del diálogo con el Gobierno del Estado es puesta en duda por JxCat, favorable a posiciones más unilateralistas.
Una postura agudizada con la elección de Laura Borràs como líder de JxCat. Precisamente ella fue protagonista del primer acto de esta colisión final, cuando en julio ERC apoyó suspenderla como presidenta del Parlament por su juicio por un caso de presunta corrupción.
El segundo capítulo llegó en forma de ultimátum tras el verano. JxCat llevó a cabo una auditoría al Govern que suspendía su acción independentista, exigiendo rectificar antes del debate de política general en el Parlament. Su posible salida empezaba a gestarse.
Y hace una semana llegó el último acto, repleto de giros de guion. Junts puso en jaque al president al sugerir que se someta a una cuestión de confianza por incumplir los compromisos del Govern, a lo que Aragonès respondió horas después cesando a su vicepresidente Jordi Puigneró (JxCat) por «deslealtad», al no haberle informado antes de ese movimiento.
La reacción de JxCat fue convocar una consulta interna para decidir si abandona el Govern. Tras el fracaso de las negociaciones in extremis entre ambos partidos, ahora 6.465 militantes de Junts tendrán en sus manos el futuro del gobierno.
Las exigencias de Junts
JxCat exige el cumplimiento de tres puntos del acuerdo de gobierno que, a su juicio, no se están llevando a cabo: creación de un espacio de dirección estratégica del independentismo coordinado por el Consejo de la República que lidera Puigdemont; unidad de acción de ambas formaciones en Madrid; y «amnistía y autodeterminación» como únicas demandas en la mesa de diálogo con el Estado.
ERC, en contraposición, argumenta que los puntos del acuerdo ya se cumplen o están en fase de despliegue. Pero entre bambalinas sugieren que JxCat busca recuperar el «poder perdido» en distintos terrenos: que Puigdemont tutele a Aragonès, boicotear la mesa de diálogo o desdibujar la amplia diferencia de escaños en las Cortes.
Unanimidad en la formación
JxCat llega a su consulta dividida: Puigdemont, Borràs o la consellera Gemma Geis lideran al sector favorable a abandonar el Govern, mientras que Jordi Sànchez, consellers como Jaume Giró o Victòria Alsina o cargos intermedios que provienen de CDC piden seguir; la obsesión del secretario general, Jordi Turull, que ha evitado posicionarse, es evitar la fractura interna.
¿Qué puede pasar si Junts sale / Junts se queda?
Si Junts dejara el Govern, ERC ve posible gobernar en solitario y con «geometría variable», es decir, acuerdos con distintos grupos en función del tema. Pero sería un gobierno frágil, sustentado solo por 33 diputados, lejos de la mayoría absoluta (68). JxCat pasaría a ser el segundo partido de la oposición (32), por detrás del PSC (33).
Si la militancia apostara por seguir, el Govern tomaría oxígeno, al menos por un tiempo. Pero la amenaza de una ruptura interna planearía sobre JxCat, un partido con dos almas (con y sin pasado convergente). Y el liderazgo de Borràs -y de los dirigentes que apuesten por romper con ERC- quedaría en entredicho.