Nadia Calviño será desde enero la primera mujer al frente del Banco Europeo de Inversiones (BEI), lo que le permitirá volver a las instituciones comunitarias y a su perfil de tecnócrata tras cinco años como ministra socialista en el Gobierno de coalición. En el Ministerio de Economía ha afrontado una crisis económica sin precedentes provocada por la pandemia, y otra energética derivada de la invasión de Ucrania, además de coordinar el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, del que ya se han recibido más de 37.000 millones de euros en fondos europeos.
Una labor reconocida incluso por aquellos integrantes del PSOE que miraron con recelo su llegada al Ejecutivo de Pedro Sánchez desde Bruselas, donde ocupaba el puesto de directora general de Presupuestos en años todavía de austeridad fiscal. Más difícil ha sido la relación con el socio de Gobierno (primero Unidas Podemos y ahora Sumar), en particular con la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, con quien ha tenido sonados desencuentros respecto a la subida del salario mínimo, el alcance de la reforma laboral o la entrada de capital saudí en Telefónica.
La última desavenencia ha surgido en los últimos días, pero llevaba fraguándose más de un año. Ha sido a cuenta de la reforma del subsidio de desempleo, que Economía quiere acortar para incentivar la búsqueda de empleo, mientras que Trabajo aspira a mejorar su cuantía respecto a la actual. Los desacuerdos no han impedido que Calviño defienda con la misma vehemencia que Díaz la reforma laboral a la que ambas atribuyen el dinamismo del mercado de trabajo en un contexto de desaceleración económica.
Los empresarios la buscaron como aliada durante la negociación de la reforma laboral, pero pusieron distancia cuando el Gobierno apostó por aplicar gravámenes adicionales a la banca y las grandes energéticas. Nunca ha ocultado su ambición por dar el salto de la política doméstica a la internacional, como cuando en 2019 España presentó su candidatura a directora gerente del Fondo Monetario Internacional, aunque la retiró en aras de conseguir un candidato europeo de consenso.
A mediados de 2020 estuvo cerca de hacerse con la presidencia del Eurogrupo, pero finalmente la perdió pese a contar con el apoyo del eje francoalemán. Ahora ha conseguido el consenso de los países de la UE de presidir el BEI, aunque por el camino ha encontrado una rival fuerte en la excomisaria europea Margrethe Vestager.
La política danesa no dudó en viajar en septiembre a Santiago de Compostela a una reunión informal de los ministros de Finanzas para hacer oposición a Calviño, que por un momento pensó que podría ser elegida para el puesto en su tierra natal.