Un profesor andaluz ha publicado en las redes sociales una imagen acompañando la historia de un incidente sucedido en las aulas entre dos alumnos, que acabó con él como damnificado por intentar mediar.
«Esa es mi mano. No hay nada grave. Es solo una contusión sin importancia. Y sería sin importancia si me la hubiera hecho yo en el gimnasio, o cargando un mueble o de fiesta un sábado con mis amigos. Pero no ha sucedido en ninguno de esos supuestos y por lo tanto la importancia cambia», empieza a narrar el docente, quien ratifica que lo sucedido «ha tenido lugar en mi puesto de trabajo. Y no desempeño un trabajo en el cual una lesión de este tipo pueda ser algo normal. Soy docente y esta lesión me la ha causado un alumno. No había intencionalidad pero eso no exime que me haya lesionado».
Según su relato, el alumno salió de su clase «hecho un basilisco para pegarle a otro compañero de otra clase que supuestamente lo había agredido anteriormente. La importancia de todo esto radica en que este alumno (de 12 años) ha obviado ordenes de docentes al cargo y responsables de él a todos los efectos. He tenido que agarrarlo. Una compañera ha tenido que cerrar con llave la puerta de su clase para que este chico no entrara a agredir a su compañero. Ha tenido que venir otro compañero de otra clase en mi ayuda mientras mis dos compañeras de guardia intentaban mantener el control de decenas de alumnos en un pasillo… Un drama. Un drama bastante habitual», lamenta el profesor.
La historia no acaba aquí, ya que además de lidiar con estos estudiantes, el profesor tiene que enfrentarse a progenitores que a veces toman una postura irresponsable, que no repercute precisamente en el aprendizaje y el beneficio de sus hijos.
«Tenemos que soportar como su madre viene y tirando de ironía nos ataca y veladamente amenaza si no imponemos el mismo castigo a ambos alumnos, como si ella fuera la que está al cargo del centro educativo y como si supiera más que profesionales con años de experiencia. Patético tener que soportar estas humillaciones con el silencio cómplice de políticos, familias y opinión pública».
Para este profesional de la educación lo más sangrante de todo es que éste no es un simple caso aislado; un 'rara avis' dentro de una pacífica normalidad.
«Todo esto que aquí comento es un dato más a los miles que hay sobre agresiones, indisciplina y falta de apoyo familiar e institucional que los docentes sufrimos a diario. Y que este texto no lleve a nadie a engaño. Me encanta mi trabajo. Me considero un afortunado por ser docente. Tengo el respeto y el cariño de la mayoría de mi alumnado tanto presente como pasado y cada mañana voy con ilusión a mi puesto de trabajo, como casi el total de mis compañeras/os. Pero estos datos tienen que salir a la luz, aunque solo sea para que lo lean algunos de mis contactos. La violencia se está normalizando y si no contamos con el apoyo necesario seguiremos estando solos en una batalla que de primeras perderemos los profesionales, pero que más tarde puede llegar a perder toda la sociedad».