Katie Stubblefield, de tan solo 21 años, lleva un año recuperándose del trasplante de cara completo al que fue sometida en mayor del pasado año en la Clínica Cleveland de Ohio, en EE.UU, y que la ha convertido en la receptora de trasplante facial más joven del mundo, según ha dado a conocer el último número del 'National Geographic'.
La joven, que es portada con el reportaje 'La nueva cara de Katie', sufrió una herida de bala autoinfligida a los 18 años que la dejó incapaz de ver, hablar, respirar por la nariz, tragar alimentos, masticar o mover la lengua.
La paciente ha recibido «una cara nueva» tras esperar durante tres años, convirtiéndose así en la persona número 40 de la lista oficial de receptores de trasplante de cara en el mundo, gracias a su donante Adrea Schneider de 31, y fallecida por una sobredosis de cocaína.
Asimismo, los cirujanos, siendo los principales Brian Gastman y Frank Papay, invirtieron un total de 31 horas, en las que dedicaron primero 16 horas en extraer la cara de la donante, y otras 15 en hacer el trasplante a Katie.
En un principio, los especialistas tenían planeado realizar el trasplante parcial manteniendo las mejillas, las cejas y la frente originales; comenzado por el cuello e intentando conectar conectando vasos sanguíneos, huesos y nervios.
Sin embargo, según fue avanzando la intervención los cirujanos decidieron que la mejor opción era realizar un trasplante integral, ya que así el resultado sería más estético, porque «la cara de la donante era más grande y de un tono más oscuro», según relata Joanna Connors, autora del reportaje, en la revista.
Un intento suicidio
Katie estuvo durante años sometiéndose a intervenciones, y citas médicas, llegando a tener más de 12 ingresos hospitalarios, debido a que en 2014, con tan solo 18 años, intentó suicidarse con una escopeta.
Este intento que el que hizo que desaparecieran parte de la frente, la nariz con los senos, la boca y buena parte de los maxilares, los huesos que conforman las mandíbulas y la parte delantera de la cara, según relata Connors.
Según cuenta la paciente en el reportaje, no recuerda nada de su intento de suicidio, ni de las operaciones que luego tuvo que someterse, teniendo así sus padres que explicar lo que había sucedido.
«Nunca jamás se me había ocurrido hacer algo así. Al oírlo, no supe cómo encajarlo. Me sentía culpable de hacer pasar tanto dolor a mi familia. Me sentí fatal», ha comentando Katie para el National Geographic.
Tras años de visitas continuadas al hospital estadounidense, y ya con 21 años, Katie se sometió al trasplante, gracias a la donación de la abuela de la donante, Sandra, quien después de la operación y de la recuperación, le dijo que «estaba preciosa», durante un recuentro.
El Departamento de Defensa de Estados Unidos, a través del Instituto de Medicina Regenerativa de las Fuerzas Armadas, quien ha sufragado los gastos de las intervenciones quirúrgicas de Katie como parte de su proyecto para el tratamiento de lesiones similares en heridos de guerra.
De este modo, la cirugía de trasplante facial ha convertido a la joven en un «experimento vivo para el progreso del tratamiento de traumatismos por herida de bala en la cara».