Sebas Fernández estaba pasando un plácido día de buceo en compañía en la playa de Santa Cruz de La Palma cuando, de repente, encontró enterrado un anillo de oro de boda. Tras meditarlo decidió publicar unas fotografías en Facebook para dar con el propietario de la alianza, que según explica, «se encontraba a unos metros de la orilla (mar adentro), unos centímetros bajo la arena».
Tanto pudiera ser que acabara de caérsele a su propietario, como que llevara en el mar más tiempo.
Este usuario reconoce que si busca al dueño del anillo no es «tanto por su valor económico, si no por el sentimental/emocional». Es del año 75 del siglo pasado, apunta, y 43 años de casados no son moco de pavo.
Al poco de iniciar la operación de búsqueda del afectado este se ha convertido en un tema viral, y muchos usuarios de territorios tan dispares como Galicia, Cataluña o Andalucía lo han compartido a fin de poder dar con la persona que lo perdió.
Incluso alguien desde Brasil –sí, como lo oyen, Brasil− ha querido poner su granito de arena a esta noble iniciativa.
En caso, claro está, de que lo hubiera perdido de forma fortuita, pues en estas cuestiones siempre afloran teorías para todos los gustos.