«Yo no soy machista ni feminista, yo creo en la igualdad». Frases como esta pueden oírse cada día de boca de famosos y de ciudadanos anónimos que todavía desconocen lo que ya es evidente para muchos, incluida la Real Academia de la Lengua (RAE), que feminismo significa «igualdad de derechos de la mujer y el hombre».
¿Por qué cuesta tanto consolidar en la sociedad esta identificación? ¿Lo tienen igual de claro los más jóvenes y quienes han llegado ya mayores a presenciar los avances en la igualdad de género?
Efe ha planteado esta pregunta a especialistas de campos diferentes como la sociología, la filosofía y la igualdad de género.
SIGLOS DE PATRIARCADO Y ESTEREOTIPOS
Si se pregunta a los adolescentes, tienen pocas dudas; la indefinición reside entre los adultos que han convido durante años con estereotipos que pesan como una losa en torno al machismo y el feminismo, a pesar de los indudables avances conseguidos para eliminar las discriminaciones.
Para María Ángeles Durán, la primera catedrática de Sociología de España, las personas que luchan por la igualdad son feministas, pero la respuesta dependerá de si la persona a la que se pregunta «tiene una idea muy restringida o negativa de lo que es feminismo y por tanto no quiere identificarse» con ese término.
«La gente que se atribuye la frase de 'defiendo la igualdad pero no soy feminista' es gente que no conoce lo que es el feminismo: una filosofía, una teoría política, social y económica que defiende la igualdad, no la supremacía de las mujeres sobre los hombres y, sobre todo, es una filosofía pacifista», asegura Rosa San Segundo, catedrática de la Universidad Carlos III.
La filósofa Ana María Leira opina que «la sociedad persigue la igualdad, otra cosa es que la tenga interiorizada; es muy difícil después de siglos de sociedad patriarcal y de preeminencia de unas costumbres y leyes que avalan la superioridad de un género sobre otro saber si estamos analizando lo que somos, porque nos salen los estereotipos; contra eso hay que luchar, que el estereotipo no nos venza, que pensemos en lo que decimos».
FEMINISMO Y PARTIDOS POLÍTICOS
La confusión sobre el significado de feminismo reside en las etiquetas que vinculan el feminismo a una ideología política, opina el profesor de sociología de la Universidad a Distancia de Madrid Mariano Urraco porque, «en términos formales, no es posible defender la igualdad sin defender la igualdad de género y sexos: no se puede ser igualitarista sin ser feminista, como no se puede ser feminista sin defender la igualdad».
«Lo mejor que puede pasarle al feminismo y a cualquier otro movimiento que propugna la igualdad es desligarse completamente de las luchas partidistas e ideológicas y abarcar al conjunto de la sociedad; mucha gente es feminista aunque no se adscribe a los movimientos feministas, así como mucha gente es socialista y no se adscribe a los principios del PSOE», apunta el sociólogo.
El hecho de que se identifique el feminismo con uno o varios partidos puede tener un doble efecto: rechazo o admiración, remarca Durán.
«Puede afectar tanto en positivo como en negativo, puede haber gente que por no parecerse o al revés por querer fundirse con la imagen de un partido, lo rechace o le atraiga», pero la socióloga asevera: «el feminismo es un movimiento muy amplio y no puede ceñirse exclusivamente a un partido, aunque hay partidos que evidentemente se han esforzado mucho más».
¿QUIÉN DEBE TOMAR LAS RIENDAS?
«Todos, la sociedad civil, los profesionales de la educación y los políticos. Es prioritario porque la convivencia de igualdad ayuda al pacifismo, al respeto, a la tolerancia y hace sociedades mucho más tolerantes», asevera San Segundo, presidenta de la Plataforma Universitaria de Estudios Feministas y de Género.
Otros plantean que la batalla por la igualdad debe librarse sin liderazgos.
«No creo que deba liderarse nada, las mujeres piden lo que necesitan; no se trata tanto de liderar como de concienciar, de hablar, de decir, de expresar sin rencores y sin tozudez, de escucharnos», afirma la filósofa y profesora de la Universidad Complutense. «Estamos en una sociedad en la que no nos escuchamos, llevamos nuestras ideas o ideologías a extremos».
Tampoco cree en los liderazgos el profesor Urraco. «Hay que dejar a la gente tranquila, porque las ideas de igualdad se expandirían solas por la sociedad porque caen por su propio peso, la gente está de acuerdo».
«Estaría bien que hubiera disputa por liderarlo», bromea Durán, quien sostiene que aunque nadie tiene que tener «el exclusivo de la representación», deben ser fundamentalmente las propias mujeres las que lo asuman para que se produzca una incorporación masiva de todos los grupos.
LA FÓRMULA MAGISTRAL: EDUCACIÓN Y LEYES
«Como no se da la igualdad espontáneamente tiene que venir la ley y poner cuotas y también la educación es básica para que llegue a los colegios y a las familias la idea de que no se puede distinguir por géneros; la igualdad es una igualdad de oportunidades, pero no de personalidades», reflexiona la filósofa, que ante todo aconseja pensar por sí mismo.
El sociólogo explica que entre los jóvenes ya a nadie le parece normal que las mujeres cobren menos o que haya un desigual reparto de las tareas domésticas. «Todo eso está asumido, pero el problema surge cuando se vincula a movimientos políticos» y por eso cree que solo se avanzará «despolitizando el feminismo».
«Falta mucha formación y educación. Es imprescindible la asignatura de Educación para la Ciudadanía que existe en toda Europa y no se entiende que sea atacada porque defiende valores de convivencia, de tolerancia y de respeto. En la universidad, falta enseñar lo que es ciudadanía, igualdad y perspectiva de género en las distintas disciplinas científicas, añade la catedrática de la Carlos III.
«Parecía que la mayor parte de los jóvenes estaban ausentes en el feminismo y sin embargo el año pasado, el 8 de marzo, quedó claro que no; las manifestaciones de toda España y de todo el mundo estaban llenas de jóvenes», concluye María Ángeles Durán.