Un sencillo análisis de creatinina en sangre y otro de albúmina en la orina detectan la disfunción renal. En muchos casos, con medicamentos se puede evitar el desarrollo de una enfermedad que en sus estadios avanzados lleva a los pacientes a depender de una máquina de diálisis para sobrevivir. La enfermedad del riñón es una «epidemia silenciosa» a la que, según la Sociedad Española de Nefrología, la sociedad no presta la atención que debe.
Por este motivo, este jueves, cuando se celebra el Día del Riñón, esta sociedad médica ha llevado al Congreso de los Diputados un equipo de profesionales que han realizado análisis a más de 200 trabajadores de la Cámara y parlamentarios. Algunos de los diputados tendrán que repetir las pruebas para cerciorarse de que su función renal no está dañada, porque hoy la creatinina les ha salido un poco alterada, según ha explicado a Efe David Conejo, enfermero de diálisis del hospital Infanta Leonor de Vallecas que con «solo un pinchacito en el dedo» detecta cuándo los valores de creatinina son excesivamente altos.
Este análisis y uno de orina que detecta cuándo el filtrado de los riñones no es el correcto son los que la SEN quiere que se realicen en todos los centros de Atención Primaria a las personas con riesgo de sufrir enfermedad renal, esencialmente las que sufren obesidad, hipertensión, diabetes, son mayores de 50 años o tienen antecedentes familiares.
Y por eso ha pedido la actualización del plan nacional de prevención de la enfermedad renal en el que pretenden incluir tanto medidas de prevención y diagnóstico precoz como medidas específicas de atención y apoyo a los pacientes de diálisis en caso de emergencias como pueden ser una pandemia, una borrasca o una guerra. «Estos pacientes necesitan la diálisis para vivir. Si no se dializan pueden morir. Y Filomena, que los madrileños vivieron como una diversión, fue una angustia para los enfermos renales y para los nefrólogos».
«Durante el primer día, de todos mis pacientes solo uno pudo llegar al hospital, y el pobre llegó andando», recuerda Patricia de Sequera, la presidenta de la SEN. La situación de los pacientes renales durante la pandemia fue también dramática, pero según la SEN nada supera a lo que están viviendo en Ucrania quienes, en medio de una guerra, tienen que ir tres veces por semana a un centro médico para poder limpiar su sangre. Patricia de Sequera muestra su alegría por que el Ministerio de Sanidad se haya mostrado predispuesto a actualizar el plan de prevención, un asunto en el que se empezará a trabajar con el objetivo de tenerlo listo antes de noviembre. Nueve de cada diez personas que padecen enfermedad renal crónica no lo saben y uno de cada diez adultos sufre esta enfermedad que se calcula que crecerá en los próximos años hasta convertirse en la quinta causa de muerte a nivel mundial en 2040.
Las personas con ERC tienen una esperanza de vida reducida, con una pérdida promedio de 25 años en etapas avanzadas en comparación con las personas con una función renal normal. «Sus dificultades van mucho más allá de su salud. Con la situación que hay ahora en el mercado laboral, es difícil que un empresario te contrate sabiendo que tres días en semana tienes que pasar la tarde en el hospital. La gente joven tiene también dificultades para estudiar», explica la presidenta de la SEN, que trata de concienciar de lo duro que es para los enfermos renunciar a actividades sociales o a muchísimos alimentos.
Lo explica a EFE Jon Jareño, que a sus 39 años lleva dos años sometiéndose a diálisis. En su caso se dializa él mismo en casa con un sistema denominado «peritoneal» que consiste en introducir un líquido en el perineo, que va recogiendo las toxinas y las intercambia por glucosa. Hace un año solo llevaba el líquido por la noche pero la función renal se ha deteriorado y ahora tiene que dializarse de continuo. Tiene dolores musculares, mareos, flojedad, dolor de cabeza, lo que acaba afectando también a su estado de ánimo.
Está en lista de espera para un trasplante de riñón y está esperanzado en que su calidad de vida mejore mucho cuando llegue. Así lo cree también la presidenta de la Sociedad de Nefrología, que destaca el liderazgo de España en este tipo de intervenciones.
«El trasplante les da una calidad de vida casi normal. Es verdad que tienen que estar tomando la medicación inmunosupresora pero normalmente van a revisiones cada 6 meses y se encuentran mejor. Les cambia la vida», asegura. No a todos les llega el riñón que necesitan o no todos son aptos para recibirlo. De hecho, el 85 % de personas que se someten a diálisis jamás recibirán un trasplante, una realidad que la asociación de enfermos renales Alcer pide poner en valor, para que se destinen más esfuerzos a mejorar la calidad de vida de los pacientes.