El cineasta Agustí Villaronga (1953-2023) era una persona «con un corazón muy grande que acogía a los más vulnerables, porque él también lo era y había un efecto espejo», aseguró ayer la actriz Bruna Cusí, que rodó a sus órdenes Incerta glòria (2017), en el tributo al mallorquín ofrecido por el Festival de Málaga junto a las también actrices Nuria Prims y María Barranco, y el productor Cesc Mulet.
Nuria Prims, que también participó en Incerta glòria, coincidió en que «cuidaba a quien le veía una fragilidad y hacía sentir especial a cada uno de los que le conocían», con una personalidad que era una combinación «de mucha oscuridad y mucha luz».
María Barranco, que rodó con él 99.9 (1997), contó que Villaronga «era luz y era un ángel, muy divertido y con mucho sentido del humor, porque había veces rodando que interrumpía las tomas porque se reía». «Tenía su carácter, pero le gustaban los actores, porque hay otros directores que, si pudieran, trabajarían con dibujos animados», resaltó la actriz.
Pero quien más le conoció, desde los años 70, fue Cesc Mulet, que produjo la película El ventre del mar, con la que Villaronga triunfó en el Festival de Málaga de 2021. «Justo después de Málaga le detectaron el cáncer», recordó el productor, que destacó que el cineasta «quería a la gente y quería al cine», y cuando murió tenía «como cinco proyectos».
Mulet desveló que Villaronga tuvo «grandes bajadas al infierno» y «tiró dos veces la toalla» tras sendos fracasos, después de El niño de la luna y antes de Pa negre, pero tras el éxito alcanzado con esta «decía que estaba encantado de que la industria le amara, porque sabía que era un chico raro y maldito».
El ventre del mar nació en plena pandemia a partir de una adaptación teatral, primero con la idea de rodar un corto que después se transformó en un largometraje «para conseguir algo de dinero público». «Fue un rodaje muy duro y muy especial, y uno de los más libres que ha hecho Agustí, y eso me emociona mucho», concluyó Mulet.